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Actualizado: 23 de julio de 2025


Deseó saber por qué se descoyuntaban y torturaban los libros sagrados para explicar por épocas geológicas la creación que Dios había realizado en seis días; qué peligro se quería evitar haciendo comparecer a la divinidad ante la ciencia para que explicase sus actos, ajustándolos a las decisiones de ésta; a qué obedecía el miedo instintivo de los autores religiosos a afirmar rotundamente los milagros, justificándolos con intrincados razonamientos, sin atreverse a sostener como prueba decisiva la indiscutibilidad del prodigio sobrenatural.

10 a otro, operaciones de milagros, y a otro, profecía; y a otro, discernimiento de espíritus; y a otro, géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. 11 Mas todas estas cosas opera uno y el mismo Espíritu, repartiendo particularmente a cada uno como quiere. 14 Porque el cuerpo no es un miembro, sino muchos.

Maltrana cerraba sus libros sin un gesto de disgusto, pasando de un salto de la filosofía revolucionaria, que devoraba con ansias de neófito, a la devoción fetichista y estrecha de la pobre vieja, crédula para todos los milagros y más aficionada a los santos que a Dios.

Según ellos, su tendencia a la mera imitación de lo que podía ver y observar era opuesta a la exaltación de espíritu necesaria, para concebir y representar personas divinas, misterios y milagros. En mi humilde juicio se ha exagerado mucho en este sentido.

ROSALÍA. ¡Oh!... camisetas tengo de dos o tres clases... MILAGROS. Falda de raso rosa, tocando al suelo, adornada con un volante cubierto de encaje. ¡Qué cosa más chic! Sobre el mismo van ocho cintas de terciopelo negro. ROSALÍA. ¿Y bullones? MILAGROS. Cuatro órdenes.

Aunque tenía mucho gusto en ir a las tertulias de Milagros, la rutina de adular a su marido inspirábale conceptos algo contrarios a la verdad; pero bien se lo pueden perdonar en gracia de los juicios maravillosamente exactos que hacía sobre cosas y personas observadas por ella en los salones de Tellería. «Hijito, si no vuelves, yo no voy más allá.

Con todo, comía carne durante la Cuaresma menos el Viernes santo, no se confesaba jamás, no creía en milagros ni en la infalibilidad del Papa y cuando oía misa, se iba á la de diez ó á la más corta, la misa de tropa.

Los milagros que doña Paula había hecho correr entre las masas impresionables e iliteratas no son para dichos. El mismo señor Obispo, en su último sermón a las beatas pobres y clase de tropa, criadas de servicio, etc., etc., había aludido al triunfo de aquel hijo predilecto de la Iglesia.... No habrá más remedio que agachar la cabeza y dejar pasar el temporal decía Foja.

«Esta pobre Milagros no sabe lo que nos pasa... dijo Rosalía rompiendo la carta . La pobre me suplica que no falte esta noche. Hijo, vete un momento allá y dale cuenta de esta desgracia... Mira, al regreso te pasas por casa de Pez y enteras también a Carolina... ¡Ah!, ella tiene la culpa, con sus obras de pelo. ¡Qué esperpento de mujer!...».

En Gonzalo de Córdoba y en Hernán Cortés, por ejemplo, hay un no qué de sobrenatural que nos pasma y con lo que sería delirio contar para todas las ocasiones. En la ocasión presente y desistiendo de exigir como obligación ó como deber las inspiraciones ó los milagros del genio, nuestros generales, antes Martínez Campos y ahora Weyler, merecen aprobación y aun aplauso.

Palabra del Dia

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