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Actualizado: 7 de julio de 2025


Lo mismo funcionaba en la cocina que en el escritorio, y acabadita de poner la enorme sartén de migas para la cena o el calderón de patatas, pasaba a la tienda a que su marido la enterase de las facturas que acababa de recibir o de los avisos de letras. Cuidaba principalmente de que sus niñas no estuviesen ociosas.

De tanto verla pasar por la calle de Raimundo Lulio, camino del asilo de la de Alburquerque, llegó a imaginar que la trataba. Siempre que había función pública en la capilla del asilo, iba doña Lupe, deseosa de introducirse y de hacer migas con la santa.

Hablaba en todas partes de su famoso triunfo; mostraba como un trofeo al Indio converso, exagerando inocentemente las horripilantes hazañas de sus época de impiedad; pero después de esta exhibición, al quedar solos los dos, el catecúmeno insaciable prorrumpía en lamentaciones sobre su miseria, no callando hasta convencerse de que en los bolsillos del «santo» sólo quedaban algunas oraciones impresas y migas de pan.

¡Cosas tuyas, Gabriela! exclamaba la señora. ¡Nada le toleras a Pepillo! Niña: piensa que el pobrecillo está enfermo.... Recuerda que es muy desgraciado.... El jorobadito y yo hicimos buenas migas; yo compadecía su miseria, y él me respetaba y me quería.

Su novio no sabía presentarse con las manos vacías, y exploraba todos los cañares y árboles de la huerta para regalar á la hilandera ruedas de pajas y ramitas, en cuyo fondo unos cuantos pilluelos, con la rosada piel cubierta de finísimo pelo y el trasero desnudo, piaban desesperadamente, abriendo un pico descomunal jamás ahito de migas.

Vive en la calle de Rebollo, número 68, en un hotel. ¿Te enteras? En un hotel muy bonito, y se llama... ¿Cómo se llama?... Pues, señor, no me acuerdo; ello era un nombre así como de píldora. Chismes, mujer, chismes de gente ociosa replicó Currita sobando tranquilamente sus migas.

Don Laureano, sin darse por ofendido, se fue deslizando pian piano hacia otro grupo. En este momento crítico de la jira campestre se efectuó en el Vivero de Migas Calientes un suceso insignificante en la apariencia, realmente de una trascendencia tan grande que sólo otros tiempos y otras generaciones podrán medir por completo su alcance.

Arriba De los párrocos de las inmediaciones, con ninguno había hecho Julián tan buenas migas como con don Eugenio, el de Naya.

Rondaba en torno del albañil, esperando las migas de su pan, seguidas de patatas, y una vez satisfecha su hambre tendíase junto al chiquitín, acariciándolo con sus traviesas patas, frotándole la cara con el hocico húmedo. Las más de las noches dormíase Isidro abrazado a él. Un día, el pequeño vio salir a su madre desmelenada y vociferando, seguida de otras mujeres no menos trastornadas.

Pero, ¿a dónde iremos a parar si Pepillo sigue con esos instintos crueles y depravados? Si viera usted cómo tiemblo al pensar que el mejor día, por cualquier motivo, será, usted objeto de las iras de esa infeliz criatura. No tema usted.... Me quiere, hacemos buenas migas.... No, Rodolfo; es mi hermano, le quiero mucho, pero le conozco; no hay que fiar de ese niño....

Palabra del Dia

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