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Actualizado: 25 de julio de 2025


No volvía a casa hasta las once de la noche, y después de hacer una corta visita a Tónica y Micaela, iba a un café donde se juntaba la gente de Bolsa y podían apreciarse diariamente las opiniones y profecías de «alcistas» y «bajistas». A las nueve de la noche recibieron las de Pajares la visita de Andresito y su papá.

Un día que tío y sobrino se deportaban, según costumbre, a cuatro o seis leguas de distancia de los Pazos, habiéndose llevado consigo al criado y al mozo de cuadra, a las cuatro de la tarde y estando abiertas todas las puertas del caserón solariego, se presentó en él una gavilla de veinte hombres enmascarados o tiznados de carbón, que maniató y amordazó a la criada, hizo echarse boca abajo a fray Venancio, y apoderándose de doña Micaela, le intimó que enseñase el escondrijo de las onzas; y como la señora se negase, después de abofetearla, empezaron a mecharla con la punta de una navaja, mientras unos cuantos proponían que se calentase aceite para freírle los pies.

Lucinda, por su verdadero nombre Micaela de Luján, parece haber sido una cómica de secundaria categoría aunque debe haberse retirado definitivamente de las tablas desde que comenzó su trato con Lope , mujer del representante Diego Díaz, quien, desde 1596, residía en el Perú, donde falleció a mediados de 1603.

Ocupaba aquella mañana la cabecera de la mesa, teniendo a su izquierda a un descendiente de los Incas, llamado don José Gabriel Tupac-Amaru, y a su derecha a doña Micaela Bastidas, esposa del cacique. Las libaciones se multiplicaban y, como consecuencia de ellas, reinaba la más expansiva alegría.

No siendo así, no consentiría que me acompañase con tanta frecuencia, lo que puede dar lugar a suposiciones. Mire usted, el otro día decían las vecinas.... No, no es eso. Yo no la quiero a usted sólo como amigo: yo la amo... ¿sabe usted? la amo, y soy ese hombre valiente de que usted hablaba anoche, capaz de hacerla mi esposa sin dejar abandonada a la pobre Micaela.

Eran ocho mil reales, amasados trabajosamente entre las dos mujeres, arañados al jornal de Tónica y a la pobre pensión de Micaela, adquiridos a fuerza de alimentarse con arroces insípidos los más días de la semana, remendar los trajes hasta que se deshilachaban de puros viejos y pasar las veladas a obscuras para evitar el gasto de luz. Juanito dudó. No le parecía mal el propósito.

Muchas páginas ocuparían las historietas picantes en que figura el nombre de Amat unido al de Micaela Villegas, la Perricholi, actriz del teatro de Lima.

Diga usted a Micaela que si he tenido muchas imprudencias, la bondad con que las disculpa me hace quererla más. Y a Paulina y a Pepe y a Alfredo, y a todos mi afecto.

Mas hete aquí que, apenas lo hubo efectuado, saltó hecha un basilisco Micaela, la más irascible de las cuatro nereidas que nadaban en las profundidades de la morada del Jubilado: ¡Qué desvergüenza!... Esos no son juegos decentes, sino suciedades... No me extraña de Núñez, porque los hombres ¿a qué están?

Al señor Rodríguez Marín corresponde el honor de haber descubierto una firma de Lope, en un documento notarial de Sevilla, en que el poeta antepuso a su nombre la inicial de Micaela.

Palabra del Dia

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