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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Tendría poco más de un metro de altura, y hallábase correctamente vestido de etiqueta, frac y corbata blanca, calzón corto, media de seda negra y zapato con hebilla. Llamábanle en la casa don Joselito, y cobraba siete mil reales de sueldo, con la sola obligación de anunciar las visitas y realzar con su estrafalaria figura la aureola de elegante originalidad que rodeaba en todo a Currita.
Al menos no desmienten la impresion que aquí se recibe. Circuye al suntuoso edificio una gran galería de setenta columnas de un metro de espesor y diez de altura, sostenidas por un basamento de tres metros de elevacion. Un sólido cornisamento y un elegante ático coronan las setenta columnas, de órden corintio, las cuales nos hacen sentir la doble emocion de la majestad y de la fuerza.
Obra de portugueses de pleno siglo XVIII, se comprenderá desde luego que tales perfumadores tenían que ser extravagantes; en efecto, medían más de medio metro de altura, y afectaban la inusitada forma de pegasos, pero su labor era de tal forma acabada, que en verdad podían figurar en la mejor colección de objetos de arte.
Esta medida era, por tanto, la más á propósito para servir de base al diálogo del drama español, y en el mero hecho de haber triunfado del metro yámbico, encontramos una prueba de la excelencia natural y orgánica de este drama, puesto que la imitación de extraños modelos lo habría arrastrado por diferente rumbo.
¡Federico! ¿Qué fué eso? gritó mamá que había oído mi detención y la dentellada al aire. Nada: quería entrar. ¡Oh!... De nuevo, y esta vez detrás del cuarto de mamá, el fatídico aullido explotó. ¡Federico! ¡Está rabioso! ¡Está rabioso! ¡No salgas! clamó enloquecida, sintiendo el animal a un metro de ella.
Ya tiene hecho todo el vaciado del edificio... y por poco dinero. Unos carros trabajando a destajo, otros de limosna, aquel que ayuda medio día, el otro que va un par de horas, ello es que no le sale el metro cúbico ni a cinco reales. Y no sé qué tiene esa mujer.
Una hora más tarde cruzábamos bulliciosamente las muertas calles de la triste aldea de Soacha, de dos mil quinientos habitantes y con un metro de elevación sobre el nivel del mar por habitante.
A ver, Ricardo... ¡salta! El malacara, parado al borde de la zanja, cuya profundidad no llegaba a medio metro, juntó las cuatro patas y a una incitación de su jinete, saltó con él, que se había tomado prolijamente de la cabezada de su montura y que experimentó, después del salto, la grata sensación de conservarse en ella. Ahora tú...
En una de las esquinas de la pieza, ocupando a lo sumo un espacio de metro y medio cuadrado, un joven suizo había instalado su vidriera y su mesita de relojero. Más de una vez tuve el impulso de ir a conversar con el pobre relojero; pero a mi vez, estaba tan nervioso e irascible, que acabé por fastidiarme hasta del infeliz que tenía delante.
Sólo disponía de lo preciso para comprar una entrada en aquel cinema desconocido de Grenelle. No le quedaba dinero para tomar un billete del Metro. Todo lo había gastado en sus ruidosas aventuras de la tarde. Tendría que ir á pie; y era tan lejos.... ¡tan lejos! Un mal pensamiento contrajo su frente. ¡Si pidiese limosna!... Hoy es un día de regocijo general.
Palabra del Dia
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