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Actualizado: 17 de junio de 2025


Muchas de las personas que habían permanecido indiferentes a las desavenencias de los del Saloncillo y los del Camarote, habían concluído por tomar puesto en uno u otro bando, unas veces porque tenían metidos en la refriega a sus parientes, otras por algún antiguo resentimiento, otras, en fin, sin más motivo que el calor y el entusiasmo que el combate despierta en los temperamentos belicosos.

, señor. ¿En litera? , señor. ¿Por dónde va? Por aquella calleja se ha metido. Don Rodrigo tira adelante y yo detrás de él; henos aquí metidos en una aventura. Llovía... Aventura completa. Estaba obscuro. Mejor aventura. Paró la litera, y salió la dama. ¿Entróse dónde? Siguió adelante. ¡Con lluvia y de noche, tapada y sola! Sigue, hijo, sigue. Cantas que encanta.

Dia 25. Nos amaneciò lloviendo, pues nos duró el temporal 24 horas, en las que nos mantuvimos siempre á caballo, y nos hallamos todos metidos entre el agua: y habiéndose serenado como á las tres de la tarde, fué preciso hacer con el barro como unos altos para hacer fuego, para de este modo poder la gente chamuscar un poco de carne, que con algunas charcadas, aunque escasas, favorecidos del sebo de las reses, se pudo conseguir que tomasemos algun sustento.

Por fin, el trapero enseñaba lo mejor de la casa: unas cuantas tablas colocadas entre la cama y la pared, y en ellas montones de gruesos platillos, docenas de tazas de la loza fuerte usada en los cafés, pilas de vasos metidos unos en otros. Si quisiera dijo el tío Polo , podría convidar a todo el barrio de las Carolinas sin tener que pedir prestado a nadie.

El tabaco los rodeaba: habíalos metidos en él hasta media pierna: a todos les volaba por hombros, cuello y manos, y en la atmósfera flotaban remolinos de él. Los trabajadores estribaban en la punta de los pies y lo que se movía para brincar era el resto del cuerpo, merced a repetido y automático esfuerzo de los músculos; el punto de apoyo permanecía fijo.

En el umbral se quedó paralizado de asombro ante lo que iluminaba la luz fuliginosa del candilón. Sabel, tendida en el suelo, aullaba desesperadamente; don Pedro, loco de furor, la brumaba a culatazos; en una esquina, Perucho, con los puños metidos en los ojos, sollozaba.

Los dos maridos, vista la hazaña, Y el peligro presente de sus vidas, Metidos en furor y cruda saña, Con voces y palabras doloridas. Que cese, piden ambos, la maraña: Por los padrinos fueron despartidas, Y dándoles del vino y del brevage, Cesó la diferencia y el corage.

No son estos tiempos como los míos, en que no la corría ningún chico del comercio, y nos tenían a todos metidos en un puño hasta que nos casaban. ¡Qué costumbres aquellas tan diferentes de las de ahora!

Bien claro le leía Nieves esta trasfiguración en los ojos y en las actitudes, y se embebecía contemplándole así, segura de no ser observada por él, que llevaba toda la mar, toda la brisa y el barco entero y verdadero metidos en la cabeza.

En un momento, todo el espacio libre que había ante los músicos se cubrió de faldas pesadas, bajo cuyo rígido y múltiple ruedo movíanse los pequeños pies, metidos en blancas alpargatas o amarillos zapatos. Las anchas bocas de los pantalones cimbreábanse a un lado y a otro con el rápido movimiento de los saltos o el enérgico pateo que hería la tierra levantando nubecillas de polvo.

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