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Actualizado: 15 de junio de 2025


En el tiempo que he invertido en dar los anteriores brochazos, han ocupado sus respectivos sitios dos mestizas, una vestida de saya y otra á la europea, y al lado de aquellas un anciano y reverendo padre franciscano. El almuerzo era servido sobre cubierta, gracias á la amabilidad del capitán.

El arpa iba desgranando sus sonidos cristalinos, semejantes á los de una caja de música, y los gauchos saltaban acompañados por el retintín de sus espuelas, persiguiendo á las mestizas de bata flotante que balanceaban cadenciosamente el talle agitando en su diestra el pañuelo, sin el cual es imposible bailar la chilenita.

En cuanto al lechón me dijo la doméstica que solía comerlo, pero pura y exclusivamente por no desairar á alguna amiga. Con arreglo á los anteriores apuntes, no nos cabe duda que nuestras dos desconocidas son mestizas de pura raza: el traje de la mayor hace suponer que es casada, y casada con europeo. Durante los primeros platos que se sirvieron no tomaron parte en la conversación.

Al salir de la casa había cerrado ya la noche, y toda la vida del antiguo campamento parecía reconcentrarse en el boliche. Su doble puerta extendía sobre el suelo dos rectángulos rojos, que eran la iluminación más fuerte del pueblo. Los parroquianos venerables bebían de pie junto al mostrador, un español tocaba el acordeón y otros trabajadores europeos bailaban con las mestizas valses y polcas.

De Urdaneta y Legazpi el apellido será, acaso, de todos olvidado, y de mi patria el nombre venerado ni evocado será, ni enaltecido. Acaso alguien recuerde, como en sueños, un pasado de encantos más risueños, que en su eterna canción digan las olas; pero aun cuando en placer se trueque el llanto ¡No tendrán ya estas islas el encanto de las dulces mestizas españolas!

Empezaba la parte más interesante de la fiesta para muchos de los invitados. Friterini dió voces, dirigiendo á las mestizas encargadas del servicio.

A las cinco se sirvió la comida. Las mestizas no se presentaron. La mar se había rizado á las caricias de un fresco Noroeste. Los balances cada vez más sensibles avivaron la comida, que fué servida en la cámara.

Las dos mestizas indudablemente eran hermanas y no diré gemelas, pues á simple vista se notaba entre ambas una desproporción de edades, que si no llegaba á la suposición de que fuesen madre é hija, en cambio completaba la de que eran hermanas. En sus fisonomías había rasgos salientes y notablemente acentuados, que denunciaban la unión de la raza europea con la raza india.

En la nueva casa las reuniones iban á ser menos simples y austeras que en el alojamiento de Robledo. Sebastiana, que sólo creía en el mate, remedio, según ella, de toda clase de enfermedades y suprema delicia del paladar tuvo que servir á los invitados, ayudada por dos criaditas mestizas, varias tazas de agua caliente con una cosa llamada .

La impertinente voz de Matilde llamando á su hermana cortó nuestra conversación. Hasta el almuerzo no volvió á salir Enriqueta de su camarote. Mientras duró aquel se habló de distintas cosas, sin que pudiese reanudar la conversación pendiente, pues no bien se sirvió el café se volvieron á la cámara las dos mestizas.

Palabra del Dia

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