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Actualizado: 10 de junio de 2025
35 Y aconteció que acercándose él a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando; 36 el cual cuando oyó la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. 37 Y le dijeron que pasaba Jesus Nazareno. 38 Entonces dio voces, diciendo: Jesus, Hijo de David, ten misericordia de mí.
Y, pues esta vuestra escritura no mira a más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías, no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la Divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo; pintando, en todo lo que alcanzáredes y fuere posible, vuestra intención, dando a entender vuestros conceptos sin intricarlos y escurecerlos.
Y apartándose un buen trecho, púsose a garrapatear con ardor febril en su cartera, no sin que todas las damas y muchos caballeros vinieran a hacérsele presentes, mendigando una mención honorífica en aquella crónica que había de ser al otro día la great attraction de la corte. La apoteosis de Currita prometía ser ruidosísima, y preciso era figurar en ella, aunque sólo fuera de comparsa.
Enfermo y sin un oficio para ganarse la vida, imposibilitado de pedir trabajo en las imprentas, porque su nombre tenía cierta aureola que aterraba a los patronos, Gabriel cayó en la miseria, sin que le bastasen los auxilios con que le socorrían los compañeros. Fue de un extremo a otro de la Península, mendigando entre los suyos y ocultándose de la policía. Su ánimo decayó.
Y no hay que hacer observacion alguna, ni quejarse de hambre ó cosa parecida; porque el viajero que sufre la ley tiránica de los empresarios, es un esclavo á la disposicion del sultan que tiene su trono en el pescante. Todo eso sin perjuicio del escamoteo, al fin del viaje, que los mayorales, delanteros y zagales ejercen contra el viajero, mendigando como si no tuviesen dotacion ó paga.
La historia de la Severa Villafañe es un romance lastimero, es un cuento de hadas en que la más hermosa princesa de sus tiempos anda errante y fugitiva, disfrazada de pastora unas veces, mendigando un asilo y un pedazo de pan otras, para escapar a las asechanzas de algún gigante espantoso, de algún sanguinario Barba Azul.
En el camino preguntó don Quijote al primo de qué género y calidad eran sus ejercicios, su profesión y estudios; a lo que él respondió que su profesión era ser humanista; sus ejercicios y estudios, componer libros para dar a la estampa, todos de gran provecho y no menos entretenimiento para la república; que el uno se intitulaba el de las libreas, donde pinta setecientas y tres libreas, con sus colores, motes y cifras, de donde podían sacar y tomar las que quisiesen en tiempo de fiestas y regocijos los caballeros cortesanos, sin andarlas mendigando de nadie, ni lambicando, como dicen, el cerbelo, por sacarlas conformes a sus deseos e intenciones.
En tanto, mientras el pueblo filipino no tenga suficiente energía para proclamar, alta la frente y desnudo el pecho, su derecho á la vida social y garantirlo con su sacrificio, con su sangre misma; mientras veamos á nuestros paisanos, en la vida privada sentir vergüenzas dentro de sí, oir rugiendo la voz de la conciencia que se rebela y protesta, y en la vida pública callarse, hacer coro al que abusa para burlarse del abusado; mientras los veamos encerrarse en su egoismo y alabar con forzada sonrisa los actos más inícuos, mendigando con los ojos una parte del botin, ¿á qué darles libertad?
Palabra del Dia
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