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El jóven se halla profundamente conmovido, imagínase que medita, y no hace mas que sentir; cree ser un filósofo que juzga, cuando no es mas que un hombre que se compadece. En su concepto la pena de muerte es inútil; y aun cuando no fuera injusta, es bastante la inutilidad para hacer su aplicacion altamente criminal.

El viejo lanza por entre sus dientes un salivazo negruzco, medita un instante y murmura: ¿Por qué no lo he de reconocer? ¿Y qué tal te encuentras? El viejo vuelve a meditar, se rasca la cabeza y dice: ¿Cómo me he de encontrar?

Soñaba con sentarse por derecho propio en los escaños rojos de la Alta Cámara, ir en coche hasta la plaza de los Ministerios, apearse lejos del zaguán para cruzar entre filas de curiosos, que murmurasen, «ese es el duque de Algaliaentrar luego en el salón de conferencias, andar solo por los rincones como quien medita un plan, estrechar la mano a los ministros, acoger las peticiones de los pretendientes, diciendo «veremos,» o «haré lo que pueda;» y salir después de una votación exclamando: «¡Los deberes políticos!» «Mi conciencia!» «¡El partido!» «¡Las instituciones!...»

El asesino es un filántropo. Déjame resumir, Teodoro; la muerte de ese viejo Mandarín idiota, ¡trae a tu bolsillo algunos millones de pesetas! Puedes desde ese momento dar un puntapié a los Poderes públicos: ¡medita en lo intenso de este gusto! Y desde luego serás citado en los periódicos, ¡a qué mayor gloria puede aspirar un sér humano!

El honor, en su carácter indefinido, es alguna cosa superior á la ley y á la moral: no se le razona, se lo siente. Es una religión. Si no tenemos ya la locura de la cruz, conservemos la locura del honor. Además, no hay sentimiento profundamente infiltrado en el alma humana, que si bien se medita, no sea sancionado por la razón.

En seguida, punto por punto, minuciosamente, sin omitir detalle, le refirió cuanto había tramado y hecho con propósito de atraerle, desde que en la fonda de Santurroriaga se quedó pensativa como reina destronada que medita reconquistar lo perdido, hasta el instante en que, sintiéndole subir la escalera, colocó sobre el sofá aquellos trajes con que se había engalanado.

Si no me contestas dentro de cuarenta y ocho horas, será señal de que nada puedo esperar, y esta misma semana saldré de Madrid para no volver nunca. Adiós, Cristeta de mis ojos. Medita bien lo que resuelves, que va de veras, y acuérdate de tu desgraciado

Bien, perfectamente bien afirmó Nicolás dándose aires de persona que medita mucho las cosas, y razona a lo matemático . Ya tenemos un punto de partida, que es la buena disposición de usted... esta es la cosa. Respóndame ahora. ¿No tiene usted quién la ampare si rompe con mi hermano? No señor. ¿No tiene usted familia? No señor.

Medita bien antes de dar un paso definitivo. No te dejes llevar de un rápido impulso, que después ya no habrá remedio... Hago, pues, mis objeciones contra ti y no contra él...

Sin embargo, Miguel medita un momento, y dice: ¡Mira, , que si Eulalia viniera ahora!... Ya no sube hasta la hora de dormir... ¿No ves que vamos a comer en este momento? Y si viene, ¿qué, recontra?