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Actualizado: 9 de julio de 2025
De pronto, vio plantadas ante él, mascullando palabras ininteligibles y extendiendo vergonzosamente las manos, dos niñas entecas, dos cabezas con el pelo revuelto y erizado como espantables Medusas, mostrando las piernas enflaquecidas y desnudas por debajo de los guiñapos que las servían de faldas. Una profunda conmiseración invadió el ánimo de Juanito. Aquéllas eran aún más desgraciadas que él.
Pasaremos por donde está el molino de quien tú dices que habla, mascullando las palabras como un borracho. ¡Ay, qué hermoso día y qué contenta estoy! ¿Brilla mucho el sol, Nela? Aunque me digas que sí, no lo entenderé, porque no sé lo que es brillar. Brilla mucho, sí, señorito mío. Y a ti ¿qué te importa eso? El sol es muy feo. No se le puede mirar a la cara. ¿Por qué? Por que duele. ¿Qué duele?
Guiñaba un ojo maliciosamente al hablar de los propósitos de Canterac, y á continuación se mostraba grave para afirmar la cordura de la marquesa, que «no era la mujer que se imaginaban muchos». Se disponía á mostrar al español el famoso «santuario de verdura», cuando le abandonó repentinamente, mascullando excusas, para correr hacia la entrada del parque. Elena acababa de llegar.
¿Conocía don Jaime al Cantó, un atlot malucho del pecho, que no trabajaba y pasaba los días tendido a la sombra de los árboles, golpeando el tamboril y mascullando versos?... Era un blanco cordero, una gallina, con ojos y piel de mujer, incapaz de hacer frente a nadie. También éste pretendía a Margalida; pero el Capellanet juraba meterle el tamboril por el cogote antes que aceptarlo como cuñado...
Mientras la joven se echaba a correr para alcanzar a su tío, la condesa se dirigió a la cubierta de cristales seguida por el diplomático, que iba mascullando su exordio. ¿Tienes que hablarme, Raúl? dijo la condesa. ¿Qué quieres? Yo también tengo que decirte algo.
Palabra del Dia
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