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Actualizado: 13 de julio de 2025
Poseía la blonda señorita, algo, o mucho, de la singular belleza de dos mujeres muy célebres y admiradas entonces: Adelina Patti y la Emperatriz Eugenia. Alta, delgada, esbeltísima, «ideal», como acostumbran a decir los poetas, en Gabriela se juntaban maravillosamente la frescura de una arrogante juventud y los encantos misteriosos de una belleza apacible y casta.
Mirándola se creía ver un relampagueo de reflejos temblorosos, como los que produce la luz sobre la superficie del agua agitada. Aquella débil criatura, en la cual parecía que el alma estaba como prensada y constreñida dentro de un cuerpo miserable, se ensanchaba y crecía maravillosamente al hallarse sola con su amo y amigo.
Para conocer mejor la vanidad de estas apariencias, se puede considerar la hermosura, y belleza de las cosas como un orden físico, ó como orden moral. En el primer modo admira la hermosura á los sabios, porque consideran en ella un orden de partes maravillosamente fabricado por el Criador, y porque se descubre aquel número, peso, y medida con que ha hecho todas las cosas materiales y sensibles.
Cuando Augusto llegó, negose Isidora a ir al teatro, porque le había dado jaqueca. Emilia y Leonor no quisieron ir tampoco, y el buen estudiante quedó en la situación más desairada del mundo. Pero como era tan listo, y maravillosamente a todo se plegaba, hasta dominar las situaciones más difíciles, bien pronto cautivó a la familia con sus donaires.
¡Vamos! veo, señor dijo con una singular expresión de ironía, que ama usted lo bello, lo que habla á la imaginación y al alma, la naturaleza, la verdura, los matorrales, las piedras y las bellas artes. Se entenderá usted maravillosamente con la señorita Helouin, que adora igualmente todas esas cosas, las que para mí no tienen mérito alguno.
Pero yo no tengo conquistas que hacer, abuela... ¿Cree usted útil que me ponga el traje número uno?... Sí... sí... ¿Qué sombrero?... El Santos Dumont. No, ese no... Ponte más bien el de la pluma amazona que te sienta maravillosamente sobre tu cabello rubio. ¿Maravillosamente?... Bueno, abuela.
Las apariencias coinciden maravillosamente; la madre de la empleada de Correos ha nacido, en efecto, en la Martinica y su difunto padre sirvió en África. Mejor. Por muy cortas que fueran nuestras relaciones, conservo de ellas un encantador recuerdo y me alegraría mucho de poder ser útil a la hija. No hay que apresurarse, Héctor, te lo ruego observó la castellana.
Nada mas apacible y gracioso en su género que el vallecito de Lungern, rodeado de muy altas montañas por tres lados, como una calle sin salida, y cuyas praderitas verdes y lustrosas se encuadran maravillosamente en el marco sombrío de los bosques de abetos surcados por algunos derrumbes.
La señorita miraba desde arriba, la pobre esperaba que yo la sirviese, como era justo y natural; pero yo experimenté entonces que en los españoles existe una mezcla de genio aleman y de genio romano; una mezcla de pensamiento y de fantasía, de concentracion y de ligera idealidad, que describe maravillosamente ese temperamento moral que nosotros llamamos hidalguía española. ¡Desdichado de mí! ¡Cuánto me resta que aprender! ¡Cuánto ignoro!
En tales circunstancias dos días después del nacimiento del niño, Olga había llegado de improviso a Gromowo. Roberto no la había visto desde el día de su casamiento; y casi se asustó de su aspecto al verla dirigirse hacia él tan altiva, dura e impenetrable, tan maravillosamente se había desarrollado su hermosura.
Palabra del Dia
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