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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Entonces la niña le miró maravillada, tan llena de admiración, que él, otra vez con acento ardiente, le volvió a decir: ¡Qué buena eres... y qué hermosa! Te quiero mucho, Carmencita, ¿me quieres tú algo? Haciendo esfuerzos por serenarse, balbució ella con timidez encantadora: Algo, sí....
Luego ella, con miradas displicentes y poniendo a todo reparos, como quien sabe que aquello no ha de ser jamás suyo, inspeccionó el gabinete. Sin embargo, en su interior, quedó maravillada y envidiosa. Nunca había visto muebles tan ricos. Eran pocos, pero elegantísimos.
La paz y serenidad de espíritu del Padre la tenía maravillada, y más aún su perspicacia. Juzgábale zahorí de corazones.
Sabía Lituca ya, por consejo mío, hallar la perspectiva de esos cuadros mirándolos por el embudo hecho con una mano; y mirando así aquel interior, se quedó maravillada y prorrumpió en las exclamaciones más extremosas. Conocía yo aquel teatro y aquel drama, y había visto a mi sabor la realidad de aquella pintura que tanto le entusiasmaba.
No sólo en batalla campal, sino en otros ejercicios y haciendo travesuras de todo género, don Fadrique se había roto además la cabeza otra tercera vez, se había herido el pecho con unas tijeras, se había quemado una mano y se había dislocado un brazo: pero de todos estos percances salía al cabo sano y salvo, merced á su robustez y á los cuidados de la chacha Victoria, que decía, maravillada y santiguándose: ¡Ay, hijo de mi alma, para muy grandes cosas quiere reservarte el cielo, cuando vives de milagro y no mueres!
2 Y la bestia que vi, era semejante a un leopardo, y sus pies como pies de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder, y su trono, y grande potestad. 3 Y vi una de sus cabezas como herida de muerte, y la llaga de su muerte fue curada; y toda la tierra maravillada, siguió a la bestia.
Aquel paso tenía algo tan pintoresco y majestuoso, que en cualquier otra circunstancia Catalina hubiese quedado maravillada al contemplarlo, y Luisa no hubiera dejado de admirar aquellas altas pirámides de escarcha, aquellos festones que relucían como el cristal, a la pálida luz de la Luna; pero entonces sus almas estaban llenas de inquietud.
El asombro de la santa era tan grande, que no lo podía expresar. Abría la boca, maravillada, cual si presenciara un milagro. «Pero de veras que tú... Mira, hijo, si quieres que yo crea en ese estado de tu espíritu, es preciso que me lo pruebes...». ¿Cómo he de probártelo? Vamos a ver dijo la virgen y fundadora, con resolución . ¿A que no haces una cosa?
Chemed oyó a Mutileder, le miró y se maravilló; volvió a mirarle y se quedó más maravillada. Entonces dijo para sí: «Divinos cielos, ¿qué es lo que miro? ¿Será éste dios o será mortal? ¿Resplandecería más Adonis cuando Astoret se prendó de él?»
La muchacha, que no había entrado hasta entonces en la región de los bastidores, estaba maravillada y contenta al verse entre aquel bullicio, y pronto fue una necesidad el pasarse tres o cuatro horas todas las noches vagando por las cajas y por los cuartos de las actrices con quienes simpatizó en seguida. Antoñico, al verla por primera vez, se relamió como el tigre cuando atisba la presa.
Palabra del Dia
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