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Actualizado: 7 de junio de 2025
Sus protestas son acogidas con voces y sarcasmos. Los jueces se dicen: ¡qué monstruo! Los jurados piensan: ¡vaya un malvado endurecido! Los periodistas hacen á su costa frases ingeniosas y el público entero se deja llevar por ellos. He aquí un hombre cuya suerte está decidida sin apelación posible.
Asunción... es una niña honradita y formalita... ¡Maldito <i>bigotism</i>!... Mucho lloro, mucho hipo, mucho suspirito... ¡Mala peste!... ¿Qué decía usted?... Perdone usted... Estoy nervioso... despido fuego y electricidad... Pues como decía, Asunción... ¡Sí!, ¿dónde está? Es usted un malvado.
Por fin exclamó, precipitándose sobre la reja: Pero ese infernal gitano ha sabido eso por alguna camarera de mi mujer... o bien es que... No, señor Pérez, no repuso el gitano ; lo he sabido por el capitán de fragata que usted recibía en su casa, en Sevilla, porque ese capitán... era... ¡Acaba, pues, malvado! ¡Era yo!... ¿Ya está bautizado su hijo, señor?
Todo por ese hombre malvado ... ¡Si vieras qué tumulto! ¡Ah, no salgas, por Dios! dijo Clara. Es preciso salir. Sé que tratan de prender á mi tío, que tratan de hacerle justicia. Lo merece, es cierto; pero yo que hice cuanto pude para impedir la realización de sus inicuos planes, trataré también de salvarle á él. Es hermano de mi madre.
Retrocedí lanzando un grito, saltó él en la silla sin tocar el estribo y salió disparado como una flecha, perseguido por gritos y tiros de revólver, tan inútiles éstos como aquéllos. Me dejé caer en mi sillón, mirando cómo el malvado desaparecía al extremo de la avenida. Después me rodearon mis amigos y perdí el conocimiento.
Cuando recuerdo que mordí su mano, que posé mis labios sobre la carne del malvado, me parece haber sufrido el contacto asqueroso de una serpiente. Pero vos ¡cuán animoso y enérgico ante tan temible enemigo! Si yo fuera hombre me enorgullecería de actos como ese.
Como partió una andanada al mismo tiempo que la pregunta del capitán, Santiago aparentó no haberla oído, y continuó con una imperturbable impudicia: Aún le veo, capitán, todo vestido de rojo ¡el malvado! con unas calaveras bordadas de plata, y después una talla... ocho pies y algunas pulgadas; unos hombros... unos hombros anchos como la popa de la escampavía, y después una barba roja, cabellos rojos, ojos brillantes, y unos dientes... es decir, unos colmillos como un jabalí.
Salgado se ofreció que con su gente Irá en la delantera de contino, Recíbese su oferta alegremente, Que D. Gabriel no sabe su destino. Mas el malvado piensa prestamente En efecto poner su desatino; Y así para efectuar el crudo hecho Descubre con los suyos su mal pecho.
Pasáronsenos tres meses en esto, y, al cabo, trató don Alonso de enviar a su hijo a Alcalá a estudiar lo que le faltaba de la Gramática. Díjome a mí si quería ir, y yo, que no deseaba otra cosa sino salir de tierra donde se oyese el nombre de aquel malvado perseguidor de estómagos, ofrecí de servir a su hijo como vería.
Algo tranquilizó á Clara el verse libre de aquel malvado; pero al pensar que no había podido adquirir noticia alguna de lo que buscaba; al verse en aquel callejón estrecho y obscuro, donde no aparecían indicios de vivienda humana; al considerar que por un extremo podía aparecer un hombre y por el otro extremo otro, avanzando hacia el centro y cogiéndola entre los dos, fué tal su pavor, que estuvo á punto de caer al suelo sin sentido.
Palabra del Dia
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