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Actualizado: 24 de junio de 2025
Con la alegría de verle, no fue la severidad de Isidora tan grande como cumplía, y le perdonó. Tenía Mariano entre sus maldades, desarrolladas por el abandono, algunas cosas buenas, y la cualidad mejor era la franqueza con que confesaba sus delitos sin ocultar nada, ni dorarlos con comentarios artificiosos para hacerlos pasar por donaires.
Después de referir otras muchas aventuras, declara que había caído en manos de piratas, libertándose de ellos por la intercesión de San Patricio. El Rey pagano perdona á Ludovico, en atención á sus maldades, el crimen de ser cristiano, pero deja caer todo el peso de su cólera en San Patricio.
Creen algunos que estas persecuciones contra los judíos se mitigaron en el reinado de Witiza: monarca á quien nos pintan los escritores de su tiempo como un dechado de virtudes, i los de siglos mas cercanos al nuestro como un monstruo de todo linaje de maldades. No es mi propósito alabar ni deprimir la memoria de este rei.
EL siglo XIX pasó ya, y nos hallamos en el XX, de lo que debemos alegrarnos por haber pasado también la manía, que cundió entre los escritores, por todas partes y durante muchos años, de calificar de fin de siglo las bellaquerías y maldades.
Habiéndose los indios, pues, huido, Los nuestros han quedado sosegados; Las tierras entre sí han repartido, Contentos de se ver que están poblados. A Castilla el navio se ha partido, Llevando de estas cosas los recados; De muchos sus maldades y sus tratos Allá fueron metidos en zapatos.
Las rarezas, las maldades, eran todas fingidas. ¿La ven ahora, con ese aire de indiferencia? Yo les aseguro que no cabe en sí de felicidad. De pronto, cuando el jefe del Registro llenaba las primeras formalidades, Raquel dejó de sollozar. Dijo algunas palabras ininteligibles y se dirigió impetuosamente hacia Adriana. Estaba resuelta a interrumpir el acto.
El concepto que de Felipe II podemos formar, entiendo yo que por muchos otros papeles que se hubiesen conservado y que descubriésemos y estudiásemos, no cambiaría en lo más mínimo. Sus admiradores exageran en demasía sus talentos y su aptitud política. Y en demasía también sus enemigos ponderan sus maldades.
Y como se le probaron Tantas maldades y errores, Los justos Inquisidores Al fuego le condenaron. Supose del moro acá, Y la muerte que le dieron, Porque luego lo escribieron Los moriscos que hay allá. La triste nueva sabida Por los parientes del muerto, Juran y hacen concierto De dar al fuego otra vida.
Lo falso que es pensar de la mencionada manera se advierte a las claras, considerando que ni el alcalde, ni el ayuntamiento, ni el rey, ni los ministros, ni nadie de cuantos se sobreponen y mandan incurrirían en maldades y harían cosas estúpidas, si no los sostuviese en su maldad y en su estupidez, colaborando con ellos, cuando no la mayor parte, la más activa y briosa de los seres que componen la nación, la ciudad, la villa o la aldea.
Reconoces que tengo razón, y que eres de las que se componen para disimular y esconder sus maldades... No diré que sean precisamente maldades, tanto no. Soy generosa en esto como en todo, y diré flaquezas... pero ¡qué flaquezas!
Palabra del Dia
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