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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Verdad es que muchas veces el músico de callejuela ó de plaza no es mas que un perezoso y un vulgar rascador de violin ó de arpa, sin gracia ni atractivo alguno; pero de tiempo en tiempo se da con bandas de verdaderos artistas nómades que encantan y merecen aplausos y favor.
Sin hacer el menor caso de aquellas voces, el músico seguía pulsando las cuerdas, fija la mirada en el ahumado techo, como tratando de recordar la letra de su canto. Luégo entonó con ronca voz una de las canciones más obscenas de la época, con visible aprobación de la mayoría de sus oyentes.
Y esto era ser poeta y ser artista. Antes que en pintor, había querido picar en músico; y en este intento, aunque no llegó a dominar el arte, sacó mejores frutos que en los otros: tenía paciencia, mucha maña y buen gusto, y el piano era un almacén de sonidos hechos.
Comprendí que no me gustaba la música sino el músico, y que a él le pasaba lo mismo respecto de Blanca. No se le daba un bledo de Beethoven; pero estaba enamorado de Blanca, y hasta las cosas que le eran antipáticas le gustaban en la mujer amada. Juno terminó su horrible sonata, y Pablo dijo en un arranque de entusiasmo, cuyo oculto motivo comprendí: ¡Qué genial ese Beethoven!
¡Bautista! exclamó Martín . Corre a Hernani, busca gente y tráela. Nosotros nos defenderemos aquí un momento. Iré yo dijo Joshé Cracasch. Bueno, entonces deja el fusil y las municiones. Tiró el músico el fusil y la cartuchera y echó a correr, como alma que lleva el diablo. No me fío de ese músico simple murmuró Martín . Vete tú, Bautista. La lástima es que quede un arma inútil.
De la vida sólo conociste las primeras sonrisas, y te duermes á la hora del sufrimiento inevitable... ¡Vete á la claridad y al reposo, almita querida, hermana del alma aromosa de las flores y del espíritu músico de los pájaros!... Mañana, en el jardín, aspiraré tu perfume en el perfume de mis rosales, y te oiré cantar sobre las ramas de mis árboles...»
Alicia sonrió ante este homenaje público. El pobre pianista, hiciese lo que hiciese, no comprometía. Gracias, Spadoni; cuente con mi gratitud. Vaya pensando lo que desea: una casa, un yate, tal vez un piano con teclas de brillantes... Miguel la escuchó asombrado. Hablaba de buena fe: parecía enloquecida por su fortuna. Pero el músico se alejó de ellos. Necesitaba estar solo.
Háblame de El decía Leonora frotando su cabeza en el duro pecho del músico alemán, con el dulce abandono de la pasión saciada. ¡Cuánto daría por haberle conocido como tú!... Todavía le vi en Venecia: eran sus últimos días... estaba moribundo. Y evocaba aquel encuentro, uno de sus recuerdos más firmes y bien delineados.
De un instrumento músico ricamente trabajado de una madera aromática, salen gratas impresiones para el oido, la vista, el tacto y el olfato; lo uno no destruye ni altera lo otro; si suponemos pues que el mismo objeto está en nuevas relaciones con nuestra organizacion, produciendo en el alma impresiones nuevas, ¿por qué será imposible que existan estas junto con aquellas?
Satisfecha su justicia, D. Miguel se volvió al sitio que ocupaba antes. Cuando el desdichado músico vino a preguntarle por qué había hecho aquello, respondió que él no quería gorrones en la iglesia y que hiciese el favor de marcharse con su armatoste más lejos, porque no daba palabra de contenerse.
Palabra del Dia
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