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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Ni aparatoso, ni solemne, a pesar de estar llenos sus libros de sanas y saludables máximas morales que trasuntaban su anhelo de justicia y de bien, preocupación constante de su vida de escritor. A veces tórnase picaresco, malicioso, agudo, para zaherir el vicio, el prejuicio o la rutina.
No obstante se ha de advertir, que no fué Séneca de los Autores menos juiciosos, aunque creo que fué mayor su imaginacion que el juicio. Fué Estoico, ó quiso parecerlo, y se hallan en sus escritos sentencias, y máxîmas admirables para animar á seguir la virtud.
Y al contrario, a la felicidad y bienandanza de nuestro linaje, suele contribuir más que el que escribe el que compendia lo profusamente escrito o lo destruye y lo borra. Valga para ejemplo lo que se cuenta de Confucio, quien de millones y millones de máximas que había en China, extractó unas pocas y formó así el libro fundamental de la sabiduría en el celeste imperio. Moraleja final de todo.
También con una diferencia, Melchor. ¿Cuál? Que esos tipos dan, si acaso, un buen consejo cada cien años, mientras que en un buen texto de moral encuentras cien preceptos por página. La razón está en que esos tratadistas son acopiadores de máximas que reeditan modernizándolas, mientras que nadie se ocupa en coleccionar las que a millares circulan entre nuestra gente de pueblo. ¡A millares!...
Las formas del diálogo, un tanto desenvueltas y libres, contribuyen tambien á la impresion de disgusto que producen las citadas comedias en el ánimo del que está acostumbrado á una literatura dramática digna y moral, que sin ser fanática ni supersticiosa, respeta siempre la moral, enseña máximas consoladoras, ofrece tipos nobles, y no ofende jamas el pudor de las madres ni de las hijas.
Abrazaban, por decirlo así, todos los momentos de la vida; penetraban en las relaciones de unos hombres con otros, en el amor, en el matrimonio, en la amistad, en la familia, en la dependencia de los súbditos respecto del soberano, etc., bajo una forma concreta y constante; sus máximas y deberes abrazaban la vida entera en lazos indisolubles, y sus efectos se habían identificado hasta tal punto con la nación, que fueron vanos los esfuerzos de la Iglesia en anularlos.
Durante el siglo XV no parece que llevaron los bajeles más de una cámara alta en la popa, que ocupaba el almirante ó capitán, y no á descanso, pues según las máximas de D. Juan Escalante de Mendoza , «no han de fiar estas personas de nadie porque no se cumpla el refrán que dice duelo ajeno de pelo cuelga; así que han de velar siempre de noche, y lo que hubieren de dormir sea de día y poco».
En vista de esto se ha de procurar, ya con la enseñanza, ya con el exemplo, el instruir temprano la juventud en máxîmas fundamentales de la razon, formando su juicio segun permite su capacidad. Filosof. No faltan hombres afeminados de imaginacion bien pequeña.
Dice así, al pie de la letra, el artículo 12 del bando: «El uso de las lloronas o plañidoras, tan opuesto a las máximas de nuestra religión como contrario a las leyes, queda perpetuamente proscrito y abolido, imponiéndose a las contraventoras la pena de un mes de servicio en un hospital, casa de misericordia o panadería». Parece que este bando fué como tantos otros, letra muerta.
Saturada también de estas máximas su hija, apenas comenzó a concurrir al entonado colegio en que quiso darle educación su madre, hubo que retirarla de él. Era ya la niña medio montuna por naturaleza, y con las predicaciones de Juana llegó a hacerse indomesticable.
Palabra del Dia
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