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Actualizado: 21 de octubre de 2025
La sociedad americana de Londres, tan favorablemente acogida por la gentry como la de París por el gran mundo, rivaliza en lujo con las familias más aristocráticas de Inglaterra y tira el dinero por la ventana con más fastuoso abandono todavía que en París.
Los millones llegados de Rusia se esparcían y desmenuzaban sosteniendo el bienestar y la ostentación de muchas casas, fomentando la elegancia de numerosas señoras, sirviendo de alimento á las industrias del lujo.
Vendió el Gaviota, que le recordaba su dependencia como hijo de familia, y fué á los Estados Unidos atraído por un anuncio. Cierto multimillonario había empezado tres años antes la construcción de un yate, con el deseo de que fuese superior en lujo y tonelaje á los de todos los soberanos de Europa.
En ninguna parte es mas extremoso el lujo que en Lóndres, ni se exageran con mas extravagancia las modas y toda clase de invenciones.
Y la cruel sospecha de que Juanito pudiera conocer el secreto de aquel lujo que la familia había ostentado en medio de la ruina martirizaba a doña Manuela. Sólo la suposición de que sus sospechas pudieran resultar ciertas la hacía sentir intenso remordimiento.
Aquel hermoso pájaro sin seso levantó el vuelo para siempre acariciando con los ojos el maniquí de eterna sonrisa y mirada vidriosa; el ídolo del lujo, que erguía cerca del balcón su cabeza hueca, sobre la cual, con infernal fulgor, centelleaban los brillantes, heridos por la azulada luz del alba. La paella del «roder»
Su pobreza no le parecía desgracia, sino injusticia, y el lujo de los demás mirábalo como cosa que le había sido sustraída, y que tarde o temprano debía volver a sus manos. Las niñas de Pez apenas se fijaron en la muchacha que entraba.
Si la tenía puesta con relativo lujo había sido a fuerza de súplicas de su mujer, de burlas de sus amigos, y sobre todo porque había llegado a convencerse de que necesitaba gozar de cierto prestigio exteriormente si había de competir con los muchos e inteligentes banqueros establecidos en la corte.
Era hombre de costumbres fijas, y además, los monegascos en cuya casa estaba alojado mantenían rigurosamente la puntualidad en las comidas. ¡No haber en Mónaco un restorán, para darse el lujo de invitar al príncipe!... Este le propuso que lo acompañase á la lejana Villa-Sirena para almorzar juntos. ¡Se sentía tan bien en su compañía! ¡le daba noticias tan interesantes!...
Cuando las ganancias habían sido por ventura fenomenales, alquilaba un jamelgo, se iba trotando hasta la Puerta de Hierro, o daba la vuelta a Madrid paseando por el Retiro entre las filas de coches de lujo y jinetes ricos. Para que esta parodia vil y nauseabunda de las disipaciones de la clase superior fuese más completa, tenía sus pequeñas deudas con el mozo del café y con los amigos.
Palabra del Dia
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