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Actualizado: 2 de junio de 2025


Sintió que era impotente para luchar con aquel apetito de venganza. Toda su filosofía despiadada, indiferente, se había ido a pique. El mundo dejó de ser pura representación; se convertía en realidad innegable; la vida adquiría el valor absoluto que tiene para todo ser finito. Era forzoso, a despecho de la razón, satisfacer los instintos animales que gritan en el fondo de nuestro ser.

A cada caso particular apliqué una saludable desconfianza. Por último me enamoré de veras, con la reflexión y con el sentimiento. La reflexión me decía que mi naturalista era bueno, leal, culto, tierno, muy hombre además para luchar en la vida. Y a compás de estas ideas el sentimiento se encendía en amor.

No lo que se les ha metido en la cabeza contra nosotros. ¡Y si hubiéramos sido sólo franceses, si no hubiésemos tenido que luchar con esa ralea de sajones y demás aliados que no esperaban mas que el momento de arrojarse sobre nosotros, hubiéramos escapado bien a pesar de todo, a pesar de ser uno contra cinco! ¡Pero los aliados! ¡No me hable usted de los aliados!

Así, pues, sin oro en las talegas, pero con un gran valor para la lucha, llegó a Cosmópolis, a luchar brazo a brazo con la vida.

Pero el terror de sus abuelos parecía dilatarse en su espíritu, atormentándolo, enloqueciéndolo. Amalia necesitaba luchar heroicamente para distraerle por poco tiempo de sus escrúpulos. Por eso ahora, cuando le hizo seña para que se acercase, le vio alzarse tétrico de la silla y aproximarse lentamente como si le arrastrasen.

En vista de lo cual, con voz más segura, acabó de esta manera: ¡Nadie se marcha! ¡Todos, todos estáis conformes con luchar! ¡Muy bien; mucho me alegra que no haya un solo granuja entre nosotros! Ahora es preciso que nombremos un jefe. En los momentos de peligro, lo primero es el orden, la disciplina. El jefe que vais a nombrar tendrá derecho absoluto a mandar y ser obedecido.

Pedro de Alvarado tenía que luchar contra los conjuros de una india gorda, temible hechicera igual a las encantadoras de los poemas antiguos. En un combate mataba de una lanzada a un águila verde que pretendía sacarle los ojos, y al caer, el ave de presa tomaba la forma de un indio muerto.

Estas condiciones son las leyes de su naturaleza: ¿á qué luchar contra ellas? «A mas de las preocupaciones facticias, dice Schelling, las hay primordiales puestas en el hombre, no por la educacion, sino por la naturaleza misma, que para todos los hombres ocupan el lugar de principios del conocimiento, y son un escollo para el pensador librePor mi parte no quiero ser mas que todos los hombres: no quiero estar reñido con la naturaleza: si no puedo ser filósofo, sin dejar de ser hombre, renuncio á la filosofía y me quedo con la humanidad.

Yo contemplaba esto, preguntándome si la terrible imagen estaba realmente ante mis ojos, o dentro de ellos, cuando Santorcaz exclamó de improviso: ¡Miradle, miradle allí! ¿Le veis? ¡Estúpidos! ¡Y queréis luchar con este rayo de la guerra, con este enviado de Dios que viene a transformar a los pueblos!

No es sólo en las clases miserables donde se ceba; más de una familia distinguida tiene la herencia terrible, sin que jamás las pobres criaturas que la componen conozcan los goces del hogar, porque el hombre que quiere formarlo se aleja con horror de su umbral. ¡Qué fuerza de voluntad se necesita para luchar contra el mal!

Palabra del Dia

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