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Actualizado: 28 de octubre de 2025
Escuché como en sueños cuanto decían, pero aquella dulce voz «¡Rodolfo! ¡Rodolfo! ¡Rodolfo!» resonaba todavía en mis oídos, como un grito de amor y desesperación. Comprendieron por fin que mi pensamiento estaba lejos de allí y nos paseamos en silencio, hasta que Federico tocó mi brazo y vi a gran distancia el azulado humo de la locomotora. Entonces les tendí las manos.
A este grito contestó otro más espantoso, que lanzamos los del tren al ver que nos faltaba la tierra, que nuestro vagón se inclinaba al abismo, que las maderas crujían, que la locomotora caía despeñada arrastrándonos detrás, envueltos en los materiales del terraplén.....
De allí a poco rasgó los aires el pito de una locomotora que venía lejana, y confundidos con su penetrante silbido empezaron a escucharse cercanos los alegres cantares de los obreros que volvían de su ruda tarea. Era inútil rezar.
Cesó el estertor, como si se cerraran los escapes de aquella locomotora que sonaba a lo lejos; y al quedar la alcoba envuelta en un silencio fúnebre estallaron sollozos y lamentos en toda la casa. Hasta Visanteta y la remilgada criadita lloriqueaban en la cocina al pensar que no verían más al señorito campechano que alternaba con ellas, complaciéndose en obedecer sus mandatos.
Silbó la locomotora, pequeña como un juguete, salió á toda velocidad por debajo de los cobertizos inmediatos, arrastrando el enorme tanque, en cuyos bordes se agitaba el líquido rojo, siguiendo el traqueteo de las ruedas. Aresti, casi cegado por tanto resplandor, tomó la mano del ingeniero. ¡Guíame, Virgilio! dijo riendo. Yo voy como el poeta de los infiernos: cuida de que no nos quememos.
Por su parte, los viajeros negros, que saben lo de las garantías y no ignoran que se acercan también á la zona del peligro, declaran á voz en cuello que Estenoz é Ivonet son un par de sinvergüenzas. Se sale de Alto Cedro. ¡Qué momento! Se apagan las luces del tren. Los soldados de la escolta se forman en línea de batalla junto á las ventanillas; la locomotora marcha á paso de tortuga...
Sí, Sarrió ha contestado Azorín ; yo me acordaré de usted cuando me coma estas uvas y siempre. Su recuerdo será en mi vida algo grato, algo imperecedero. Se han abrazado estrechamente. Adiós, Azorín. Adiós, Sarrió. Ha silbado la locomotora; el tren se ha puesto en marcha. A lo lejos, Sarrió agitaba en alto su sombrero de copa puntiaguda. En Petrel.
El mar libre, chocaba en la línea del horizonte contra la muralla del rompeolas, coronándola de una nube de espuma que corría de un lado á otro como el humear de una locomotora invisible.
Existía la locomotora y hubo que fabricar miles y miles, abriéndola caminos por todo el planeta. La máquina industrial no podía caber en los pequeños talleres de familia, y fue preciso construir monstruosos edificios, más grandes que las catedrales y los templos del paganismo.
Al mismo tiempo le acometió un fuerte golpe de tos, en el cual soltó por la boca una cantidad prodigiosa de rails: pero la locomotora que tenía atravesada en la garganta, por más esfuerzos que hizo, en manera alguna pudo arrojarla. Castro le hizo beber una taza de tila con azahar. Cuando el insensato marqués se fué al cabo, estaba aquél terminando el aderezo de su persona.
Palabra del Dia
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