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Actualizado: 28 de octubre de 2025


De pronto silbó la locomotora, lanzó tremendos resoplidos, crujieron los herrajes, arrancó el tren, dejando al galán en el andén con un «adiós, vida mía», en la boca y Cristeta permaneció asomada a la ventanilla hasta que le perdió de vista, agitando el pañuelo en la mano.

El silencio era tan completo que hasta se percibía el aleteo de los pájaros al desprenderse de las temblorosas ramas, y de cuando en cuando, a gran distancia, sonaba el silbato de una locomotora, o el rechinar de las ruedas de algún carro que pasaba por el camino del Pardo. Don Juan andaba despacio, pisando hojarasca, que crujía bajo sus pies como quejándose.

A veces se detiene, como ante un precipicio; a veces corre veloz, como una locomotora. Mezcla lo alto y lo bajo, lo noble y lo ruin, la mariposa y el estiércol, la mirla y el escarabajo, el dicterio y la canción. Todo sale embellecido y purificado de aquella péñola incomparable, péñola que hoy bendice todo un pueblo, y es lumbre de la humanidad.

¡No puede ser! repitió D.ª Serafina Barrado. El ex-gobernador de Tarragona dejó escapar por la nariz algunos resoplidos fragorosos, como una locomotora que desaloja el vapor sobrante, y repuso: ¿Creen ustedes, señores, que no tengo ojos en la cara? Esta pregunta trascendental, acompañada del adecuado fruncimiento de cejas, produjo bastante impresión entre los interruptores.

Pero no lo tendré: un mazo de cuartillas me espera sobre la mesa; he de leer una porción de libros, he de ojear mil periódicos... Me siento ante la mesa. El recuerdo de Sarrió acude a mi cerebro: nos hemos abrazado estrechamente. ¿Sarrió, ya no nos volveremos a ver más? , Azorín; ya no nos volveremos a ver más. Ha silbado la locomotora.

Me puse a componerle unos versos, unas quintillas; mas a la segunda tropecé con un consonante difícil, labios; resabios no pegaba, ni menos los otros poquísimos que hay. Así que un poco irritado rasgué el papel y lo arrojé por la ventanilla. La locomotora corría por los campos de la provincia de Córdoba.

Semejantes a los Fuertes de los días antiguos, viven en sus torres de piedra, de hierro y de cristal, los hombres de Manhattan. En su fabulosa Babel, gritan, mugen, resuenan, braman, conmueven la Bolsa, la locomotora, la fragua, el banco, la imprenta, el dock y la urna electoral.

El rebenque, cayendo sobre las espaldas de los forzados, acrecentó su fuerza locomotora, y el corsario logró escapar de la persecución, aunque sin arribar a Argel, sino llegando en su fuga hasta cerca de las costas de Málaga. Desde este puerto, divisaron el bajel corsario barcos de guerra de Castilla que salieron a darle caza.

También lo han hecho en el Utli; lo harán en otros, llevando sus cumbres, como si dijéramos, al nivel de la llanura. La locomotora pasará de valle en valle y por encima de los picos, como pasa un barco subiendo y bajando encima de las olas del mar.

Y diciéndoles adiós con la mano y haciéndoles al mismo tiempo seña de que no le siguiesen, se metió en la estación uniéndose a la multitud que en aquella hora la llenaba. ¡Nada! ¡nada! ¡nada! murmuraba reclinado en el fondo de un coche mientras la locomotora le arrastraba velozmente al través de los campos adustos, melancólicos que cercan a Madrid.

Palabra del Dia

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