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Me atormento y la torturo con mil quimeras y quejas inmotivadas... Algunas veces me pregunto si no es mi libertad la que echo de menos. Me parezco a esos niños que lloran y patalean por tener un tambor, y en cuanto lo tienen, les falta tiempo para reventarlo para ver lo que hay dentro. Lo cierto es que mi dicha no da ya el alegre sonido que yo esperaba.

Brotaron de las rocas sus gotas de cristal y cáliz son las rocas en el que lentamente cayendo van las lágrimas de un llanto universal. La escarcha se desprende cual lágrimas de frío; lloran de la neblina los impalpables lutos; son lágrimas del alba las gotas de rocío y los arbustos lloran las mieles de sus frutos.

Pero si un sueño muere y la quimera amable nos olvida, cada cosa es un dardo que nos hiere, y lloran no qué miserere las cosas de la vida.

Detesto a las mujeres que lloran. Elena no está siempre llorando, y hasta tiene una risa fresca como un manantial de agua pura. Si yo tuviera una hija desearía que fuera como ella. Y devota, ¿no es verdad? Eso , lo es bastante... ¡Vamos allá! Todo eso está muy bien, muy bien. Era lo que hacía falta en mi casa.

No he visto a estos indios conserven ninguna superstición ni rito de los de su gentilidad con sus muertos; lo único que hacen es, luego que expira, y en el tiempo que el cuerpo permanece en sus casas, y también en el entierro, se oye que algunas indias viejas, parientas o cercanas del difunto, lloran con una especie de tono ronco y desagradable, mezclando algunas palabras de sentimiento.

12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; 13 compartiendo para las necesidades de los santos; siguiendo la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis. 15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. 16 Unánimes entre vosotros; no altivos, mas acomodándoos a los humildes.

Os reiréis de , y creeréis hacerme mucho favor llamándome solamente loco. Yo escribo para los que sufren; para los que lloran. Los que no veis la vida sino al través del escepticismo, no podéis comprenderme. ¡Callad! porque si estoy loco, mi libro es una verdad. La verdad de la locura. ¿Estáis vosotros seguros de que tenéis razón? ¡Ah! ¡ah! ¡ah!

Son sumamente viciosos en toda clase de vicio: son grandes fumadores: el aguardiente lo beben como agua, hasta que se privan enteramen: beben mucho mate, y luego se comen la yerba, y con la bebida se acuerdan de todos los agravios que han recibido ellos y sus antepasados, las peleas que han tenido y las invasiones que han hecho: todo lo cantan y otros lloran, que es una confusion oirlos.

Un periódico, y no por cierto un periódico aliadófilo, hablando del destrozo de Alemania, decía: «Es inútil que los alemanes pretendan protestar. ¡Que lloren como mujeres lo que no han sabido defender como hombres!...» Parece, sin embargo, que los alemanes no lloran como mujeres lo que no han sabido defender como hombres. Antes bien, lo bailan, lo cantan y lo beben con gran regocijo.

Todo esto junto produce un ruido infernal. Tío Nardo se marea, su mujer solloza y Andrés observa impávido. De aquella turba de niños, algunos lloran, otros meditan tristemente reclinados contra la borda, otros miran atónitos cuanto les rodea..., ¡muy pocos ríen!