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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Otras veces, para encarecer la sinceridad de su discurso, llevábase al pecho la diestra. Las sortijas de Florencia resplandecían. Sus manos eran harto hermosas y su extrema blancura denunciaba el uso nocturno del sebillo en los guantes descabezados.

Llevábase un dedo a los labios para imponerle silencio cuando Febrer intentaba hablar. Una vez, el herido agarró al paso una de sus manos y se la llevó a la boca, acariciándola con un beso prolongado. Margalida no osó retirarla. Únicamente volvió la cabeza para que no viese sus ojos llenos de lágrimas.

El mocetón grave, de carácter áspero, tuvo para el pequeño dulzuras y atenciones que sorprendían á la familia. Cuando el gabarrero iba á Bilbao, llevábase á Luis, dejándolo en las banquetas de los escritorios mientras ajustaba con los señores la cuenta de sus viajes.

Ya tenía tres pesetas, ya tenía un duro, ya se aproximaba lentamente a los dos, y de pronto surgía una necesidad imperiosa, una exigencia ineludible, el pago a la tienda, que se negaba a fiar más sin recibir algo a cuenta, la compra de material para el emballenaje de los corsés, la necesidad de echar unas suelas a las botas únicas de Maltrana, mientras éste permanecía prisionero en el cuarto; y de este modo la mala fortuna llevábase de una manotada todos los ahorros, sin dar tiempo a que se completase el importe del alquiler.

Gómez mostrábase indignado por la torpeza de uno de los dos tiradores. ¡Hijo de una gran pulga!... ¡Si me llega a dar a ! Le brillaban los ojos de un modo alarmante sólo al pensar que aquella bala perdida hubiese podido tocarle. Llevábase instintivamente una mano a su cintura. El amigo Gómez había asistido al desafío llevando su revólver, por lo que pudiese ocurrir.

El señor José llevábase una mano a los ojos, fregoteándolos para que las lágrimas retrocediesen. ¡Un hijo suyo en la cárcel!... Le parecía que todo su pasado de áspera integridad y honradez feroz se derrumbaba de un golpe. ¡Quién le hubiera dicho, cuando con el fusil al hombro conducía delincuentes esposados por las carreteras, que él, el soldado de la ley, el guardián del orden, procrearía carne de presidio, aumentando con un individuo más el ejército sombrío y desesperado que vivía en guerra continua con la sociedad!

Llevábase una mano a la espalda para rascarse con dolorosos desperezos, pero sonreía, mostrando su amarilla dentadura de caballo. ¿Habéis visto ustés que güeno ha estao Juan? decía a todos los que le rodeaban . Hoy viene güeno de veras. Al reparar en la única mujer que estaba en el patio y reconocerla, no mostró extrañeza. ¡Usté por aquí, señá Carmen! ¡Tanto güeno!...

Palabra del Dia

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