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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Alcachofa, el ladrón más decidor que he conocido, decía siempre, cuando lo llevábamos a la comisaría: ¡Aquí me tráin , señor!... ¡siempre por lo mismo!..., secuestro de marengos parodiando el estilo de los partes policiales ¡a un gringo que quería volar!
-Con facilidad será vuestra merced satisfecho -respondió el licenciado-; y así, sabrá vuestra merced que, aunque denantes dije que yo era licenciado, no soy sino bachiller, y llámome Alonso López; soy natural de Alcobendas; vengo de la ciudad de Baeza con otros once sacerdotes, que son los que huyeron con las hachas; vamos a la ciudad de Segovia acompañando un cuerpo muerto, que va en aquella litera, que es de un caballero que murió en Baeza, donde fue depositado; y ahora, como digo, llevábamos sus huesos a su sepultura, que está en Segovia, de donde es natural.
Con la ayuda de los acerados dientes de los aparatos automáticos de Toselli, que á prevención llevábamos, arrancamos varias madréporas, cuyos brillantes colores desaparecían tan luego dejaban de ser acariciadas por las revueltas madejas de sus hermanas las marinas algas.
Por no darnos maña el día de la escaramuza de tomar lengua ni meter un moro de los que llevábamos en tierra para que supiese lo que había y lo que se sabía de Trípol, como era razón que se supiese, dejamos de prender allí á Dragut, que los mismos de la isla ayudaron á ello, y tomándole el paso, no podría en ningún modo escapar, y ansí hacíamos la jornada de Trípol y la de los Gelves con prenderle.
Llegamos al Brasil, dejamos la carroña que llevábamos y volvimos al Africa. Los mercados estaban vacíos. Ni mandingos, ni congoleses, ni uolofs, ni bantús ni lucumíes se encontraban por ninguna parte. Sin duda, el comercio de negros atravesaba una crisis, y al capitán le ordenaron que fuera a Batavia a recibir nuevas órdenes.
Y luego empezamos á enfermar, perdidas todas las fuerzas con los largos y peligrosos viages hechos con gran pobreza y miseria; y lo mas principal, sin comida conveniente á la naturaleza, ni camas en que descanzar, porque las que llevábamos á cuestas, como saben todos, eran de algodon, tegidas como red, de cuatro ó cinco libras de peso; y para dormir las atabamos á dos árboles, y echándose se descansa en el campo: que es mas seguro cuando caminan pocos cristianos en Indias, que en las casas y pueblos de los indios.
El traje que llevábamos es también digno de mención, porque era el que usa todo colombiano en viaje. En la cabeza, el enorme sombrero suaza, de paja, de anchas alas que protegen contra el sol, y de elevada copa que mantienen fresco el cráneo.
De allí, en tres dias, entramos á los indios Leyhanos, nacion que habita á doce leguas de los Barconos: tenian poca vitualla, porque la langosta habia destruido casi todos los frutos, y por no gastar lo que llevábamos, volvimos á caminar, pasada la noche; y en cuatro dias anduvimos 16 leguas, y llegamos á otra nacion llamada Carconos, que, aunque habian padecido la misma plaga, tenian mas comida.
No tuvimos tiempo más que para desprender la inmensa capa de cautchut que arrollada llevábamos a la grupa y envolvernos en ella, levantando el capuchón. La lluvia se descolgó, una de esas lluvias torrenciales de los trópicos que dan una idea de lo que debió ser el formidable cataclismo que inundó el mundo primitivo.
Palabra del Dia
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