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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Al de Guajan, punto al que llevábamos la proa, es adonde nosotros deseábamos llegar, pero ... faltaban ciento veinte millas. Por último, como todo tiene su fin, y sin más accidente que sea de contar, llegaron las primeras horas de la tarde del diez y siete en que la voz de ¡tierra! se oyó del castillo de proa.
Un año después recibí una carta del joven Small y un paquete pequeño: «El tesoro nos ha dado mala suerte decía . Fuimos al Nun con una tropa de quince hombres armados. Al ver que descubríamos las cajas enterradas y nos las llevábamos, Ryp y los suyos nos atacaron a la desesperada. En la refriega, Smiles y Ryp murieron; van Stein quedó malherido y dos de nuestros hombres cayeron prisioneros.
Al marchar, con las piernas blandas como si fuesen de algodón, nos llevábamos por delante todos los zapatos depositados a la entrada de los camarotes... Vimos unos cuantos amigos que golpeaban unas puertas, encorvándose para hablar por el ojo de la cerradura.
Cuando en América llevábamos cañones y fusiles á los revolucionarios, no nos preocupaba el uso que pudieran hacer de ellos. Tòni insistió en su negativa. No es lo mismo... No sé explicarme; pero no es lo mismo. Al cañón le puede contestar otro cañón. El que pega también recibe golpes... Pero ayudar á los submarinos es otra cosa. Atacan ocultos, sin peligro... y á mí no me gustan las traidorías.
Siguiendo nuestro camino encarados al Oeste, llevábamos continuamente a la izquierda, aguas arriba, el cauce del río, con sus frescas y verdes orillas y rozagantes bóvedas y doseles de mimbreras, alisos y zarzamora, y topábamos de tarde en cuando con un pueblecillo que, aunque no muy alegre de color, animaba un poco la monotonía del paisaje.
Seguramente sería algún objeto inconfesable... En vano yo le hacía observar al chauffeur que al atravesar la calle del Conde del Asalto ni yo ni ninguno de mis amigos llevábamos exceso de velocidad. El chauffeur insistía, y los espectadores comenzaban a sospechar que yo era un hombre cruel dedicado a atropellar por gusto automóviles indefensos.
El Dragón estaba autorizado, según decían, para usar cañones, y tenía tres de a seis pulgadas en la toldilla de popa y dos sobre el castillo de proa. En el espacio comprendido desde el palo del centro y el último, llevábamos una barca grande, de éstas que llaman balleneras, con cubierta, y encima de ella un botecillo.
Apenas hubo nombrado á Alberto, la nieta se conmovió, perdiendo su alegría de pájaro. ¡Cómo he sentido su muerte! dijo con los ojos húmedos . Nos llevábamos mal; apenas nos veíamos.
Los marineros se habían entendido con unos moros para cambiarles un rifle de los que llevábamos por dos corderos; pero los moros, en vez de cumplir el pacto, nos atacaron y nos mataron varios hombres. Salimos de allá perseguidos por los moros, y nos lanzamos al mar. Nos cogió un temporal deshecho.
Pronto concluirían nuestras penas; pronto pondríamos el pie en suelo seguro, y si llevábamos la noticia de grandes desastres, también llevábamos la felicidad a muchos corazones que padecían mortal angustia creyendo perdidos para siempre a los que volvían con vida y con salud.
Palabra del Dia
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