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Actualizado: 9 de julio de 2025


Pero aun aquella misma niña era ocasión de nuevos y crueles tormentos. No verla a solas sino de tarde en tarde; hallarse obligado a disimular sus sentimientos, a besarla fríamente como los demás, más fríamente que los demás; no poder llamarla hija del corazón, no sentirla gorjear el tierno nombre de padre, le entristecía y en ciertos momentos le desesperaba.

Poquito a poco se había ido amoldando y ajustando por tal arte a los usos de lo más elegante de Madrid, que ya no se atrevía casi nadie a llamarla la «Reina de las cursis», que era el dictado que al principio le daban. Su marido había atinado en los negocios, y se había enriquecido más aún. Ambos esposos se habían hecho muy aristócratas, religiosos y conservadores.

Ha de saber usted que la monjita por quien pena es prima mía. ¿De veras? pregunté estupefacto y con poca galantería. No muy próxima, pero lo bastante para que pueda llamarla así. Su madre es prima segunda de papá. Si algo pudiera faltar para que aquella hermosa y amable joven me fuera del todo simpática, fue este descubrimiento.

Me mueve a poner aquí las anteriores reflexiones la lectura de una novela o como queramos llamarla, obra de D. José Nogales, y cuyo título es El último patriota.

¡Valiente charlatana! ¿Y no sabe usted que nos está prohibido responder por nuestro nombre antiguo? Lo , pero... ¿Pero qué? Me complace tanto llamarla por ese nombre, que aun a riesgo de incurrir en el enojo de usted... No es en mi enojo, es en un pecado.

A Benina manifestaba el buen señor casi exclusivamente su gratitud, reservando para la señora una cortés deferencia; para Benina eran todas sus sonrisas, sus frases más ingeniosas, la ternura de sus ojos lánguidos, como de carnero a medio morir; y a tantas indiscreciones unió Ponte la de llamarla ángel como unas doscientas veces en el curso de la frugal cena.

El casarse no es un acto tan libre como parece a primera vista... Se casa uno cuando llega la hora y una porción de circunstancias se han juntado para ello... Casarse porque , por una determinación de la voluntad, sin haberse enamorado antes de una mujer y sin juzgarla digna de llamarla esposa, me ha parecido siempre insensato... Además, en Madrid, en las sociedades que yo frecuento, se encuentran muchas jóvenes bonitas, elegantes, que tocan el piano admirablemente, y cantan a veces como las tiples que se chichean en el Real, y a veces pintan acuarelas y paisajes al óleo demasiado verdes, y escriben cartas a los novios con bastante ortografía... pero buenas esposas y buenas madres de familia, ¿cree V. que se encuentran con tanta facilidad?

-A buena fe -respondió Sancho- que si Dios me llega a tener algo qué de gobierno, que tengo de casar, mujer mía, a Mari Sancha tan altamente que no la alcancen sino con llamarla señora.

Silencio sepulcral reinaba en la casa. "Sin duda don Elías duerme arriba" pensó, y siguió andando hasta acercarse á la puerta del cuarto donde Clara debía estar. "Para que no se asuste" pensó Lázaro, trémulo de emoción, como quien va á cometer un crimen, lo mejor será acercarme á la puerta y llamarla muy quedito. "Así no se asustará."

Todo es aceptable, menos bautizar a la gente de una manera y llamarla de otra, pues ello origina una confusión anárquica por la cual se viene abajo todo el casillero en que los libros parroquiales y los registros civiles han ido metiendo pacientemente la filiación de las personas.

Palabra del Dia

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