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Actualizado: 27 de julio de 2025


No encones más mi endurecida llaga; si aún amas a Leonor, huye, te ruego; libértame de ti. MANRIQUE. ¡Que huya me dices!... ¡Yo, que que me amas! LEONOR. No, no creas... no puedo amarte yo... si te lo he dicho, si perjuro mi labio te engañaba, ¿lo pudiste creer?... Yo lo decía, pero mi corazón... te idolatraba. MANRIQUE. ¡Encanto celestial! Tanta ventura puedo apenas creer.

Mientras leía aquel tejido de inocentes perversidades, monsieur Jaccotot sintiose tocado en la secreta llaga de su corazón. ¿Cuál sería el porvenir de esa Silvia idolatrada? ¿Heredaría la naturaleza galante de su madre, así como su fisonomía y su gesto?... Y por el rostro del viejo maestro corrieron dos lágrimas silenciosas...

Ese pequeño monstruo moderno que Oliverio llamaba «lo vulgar», que le causaba tanto horror y que le condujo ya sabe usted a dónde, lo conocía yo tan bien como él bajo otro nombre. Habitaba tan bien en la región de las ideas como en el mundo inferior de los hechos. Había sido el genio malhechor de todos los tiempos y era una llaga del nuestro.

2 Cuando el hombre tuviere en la piel de su carne hinchazón, o postilla, o mancha blanca, y hubiere en la piel de su carne como llaga de lepra, será traído a Aarón el sacerdote, o a uno de los sacerdotes sus hijos;

7 La mano de los testigos será primero sobre él para matarlo, y después la mano de todo el pueblo; así quitarás el mal de en medio de ti. 8 Cuando alguna cosa te fuere oculta en [el] juicio entre sangre y sangre, entre causa y causa, y entre llaga y llaga, [en] negocios de rencillas en tus ciudades; entonces te levantarás y subirás al lugar que el SE

Olvidada de molestias y humillaciones de la cárcel, no tenía seso ni corazón más que para raciocinar sobre aquel problema y dolerse de él; porque , era un problema semejante a una llaga, un problema que la enloquecía como un logogrifo indescifrable, y la lastimaba como una úlcera abierta en lo más delicado y profundo de sus entrañas. La pavorosa duda tenía alternativas y lances de batalla.

Fortunata no contestó. «¿He acertado? ¿He puesto el dedo en la parte más sensible de la llaga? Franqueza, señora mía; que esto no ha de salir de aquí. Yo me tomo estas libertades, porque que usted no se ha de enfadar. Bien que abuso y que me pongo insoportable y machacona; pero aguánteme usted por un momento; no hay más remedio... Con que a ver...». Tampoco dijo nada.

Pensaba en sus dulces desdenes, recapacitaba sobre ellos, hacía doloroso examen de conciencia y miraba y cataba la herida de su corazón, como un enfermo contempla con amargo deleite la llaga o el cáncer que le lastima y en el que prevé la causa de su muerte. Toda la vida había sido don Paco el hombre más positivo y menos romántico que puede imaginarse.

Con este pergenio y la expresión sentimental y dulce de su rostro, todavía bien compuesto de líneas, parecía una Santa Rita de Casia que andaba por el mundo en penitencia. Faltábanle sólo el crucifijo y la llaga en la frente, si bien podría creerse que hacía las veces de esta el lobanillo del tamaño de un garbanzo, redondo, cárdeno, situado como a media pulgada más arriba del entrecejo.

Son tan artificiosos los defectillos ligeros que puede notarle la escrupulosa melancolía de los críticos, que debo juzgar que los puso para mayor hermosura, por habilidades los deslices. »Para todos los accidentes humanos suministran las comedias de D. Pedro ejemplos, y es tan discreta la medicina, que dejan, por lograrla, ambiciosa la llaga.

Palabra del Dia

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