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Actualizado: 4 de noviembre de 2025
El Padre de los Maestros acababa de llamarle para saber si tenía siempre lista la máquina que había servido para dar inyecciones soporíferas al Hombre-Montaña la noche que llegó al país.
25 Y de la ciudad tomó un eunuco que era capitán sobre los hombres de guerra, y siete hombres de los continuos del rey, que se hallaron en la ciudad; y al principal escribano de la guerra, que ponía por lista el pueblo de la tierra para la guerra; y sesenta hombres del vulgo de la tierra, que se hallaron dentro de la ciudad.
Yo conozco ya a la tal Antoñona, pues va y viene a casa con recados, y en efecto es muy lista: tan parlanchina como la tía Casilda, pero cien mil veces más discreta. El camino hasta el Pozo de la Solana es delicioso; pero yo iba tan contrariado, que no acerté a gozar de él.
Al dia siguiente perdió el filósofo á su hijo único, y faltó poco para que se muriese de sentimiento. Mandó la señora hacer una lista de todos los monarcas que habian perdido á sus hijos, y se la llevó al filósofo, el qual la leyó, la encontró muy puntual, y siguió llorando. Al cabo de tres meses se volviéron á ver, y se pasmáron de hallarse muy contentos.
Pero ¿qué marido es ese que lo tolera? preguntó una señora anciana de aspecto venerable. Vayan ustedes a saber quien tiene la culpa... porque uno de ellos ha de tenerla añadió otra señora joven que parecía lista y curiosa. Yo creo dijo la Marquesa que si alguno ha faltado, no es él, porque hace muy pocos días estuvo aquí precisamente hablando de su mujer... y enamoradísimo.
Sí, señora respondió Francisca, en el último fondo, en el sitio que no se ve ni se oye, es buena y dulce como el azúcar. Niña cruel dijo la abuela encogiéndose de hombros. Lo cierto es siguió diciendo la Melanval, que la mayor parte de nuestras obras tienen como presidentas o como fundadoras mujeres solteras... Sería imposible hacer una lista...
¡Noble conducta! dijo Makaraig riendo; en los tiempos de calma, usted nos evita... El cabo preguntó á Basilio por su nombre, y hojeó una lista. ¿Estudiante de Medicina, calle de Anloague? preguntó el cabo. Basilio se mordió los labios. Usted nos ahorra un viaje, añadió el cabo, poniéndole la mano sobre el hombro; ¡dése usted preso! ¿Cómo, yo tambien? Makaraig soltó una carcajada.
La mesa estaba lista, y la tía aguardándome. Andrés, a quien diariamente mandaban desayuno y comida a su «changarro» del Barrio Alto, solía almorzar con nosotros. Me place recordar aquellos desayunos. ¡Qué de veces, en el comedor de fastuoso banquero, he pensado, con triste alegría, en aquellas horas dichosas! Tía Pepa en un extremo; yo a su derecha, y enfrente de mí Angelina.
El nuevo jefe del partido, viendo en él a un compañero seguro que se buscaba por sí mismo la entrada en el Congreso, le tenía alguna consideración. Era un soldado que no faltaba a la lista.
Señora: reconozco que usted es mucho más lista que yo y que pone las cosas de manera que no acierto a responder; pero, como la respeto y la estimo, estoy seguro que usted, en su conciencia, reconoce que yo tengo razón y que usted defiende, con mucha habilidad, una mala causa. ¡Adiós con la colorada! Zahorí me saliste, Facundo.
Palabra del Dia
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