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Actualizado: 4 de noviembre de 2025


La lista de milagros hechos por la Imagen de la Virgen del Rosario es interminable y ocupa las páginas 37 a 90 de la Novena.

Segura de estar sola y de que nadie la veía, Leocadia siguió unos instantes mirándose al espejo, con una horquilla entre los dientes, atusándose el pelo... Era el tipo de la muchacha madrileña, lista, vivaracha, de pocas carnes, bien proporcionada, esbelta, de andar firme, cabeza pequeña y talle airoso.

El día en que se publicó la lista de los candidatos admitidos, escribió al abate Constantín. «He sido recibido y muy bien recibido, pues quiero salir en el ejército y no en el servicio civil... En fin, si conservo mi lugar en la escuela, haré un bien a uno de mis camaradas, que obtendrá mi puesto

Y el final así, lo recordaba Ana palabra por palabra: «Cuando Álvaro me lo contó todo, había dicho Visita, le pregunté, porque ya sabes que nos tratamos con mucha confianza, pues bien, le pregunté: «Pero, chico, ¿cómo diablos dejaste a esa mujer siendo tan hermosa, influyente... y tan lista como dices? ¿Por qué no seguirla a Madrid?

Reflexionó Maltrana un buen rato para reunir sus recuerdos. Y de los ricos de América creo haber terminado la lista. Pero aún viene gente más interesante. Un obispo italiano que viaja a expensas de una familia acomodada. Son gentes establecidas de antiguo en un barrio de allá que llaman la Boca.

¿De quién? preguntó Pepe. De Lorenza. ¿Quién es esa señora? La conoces: es aquella viuda graciosa y parlanchína con quien jugabas al aljedrez; buena y lista, pero demasiado amiga de divertirse. No me gusta que ande mucho con ella, pero ¡vaya V. a evitarlo!

Cerca de , en un cuartito contiguo al tocador por un lado, y por otro al vestíbulo de ingreso a la casa, dormía mi doncella, muchacha muy leal, muy cariñosa, capaz de arrojarse por por el balcón a la calle; pero alegrilla de ojos y demasiado lista.

Buscó en la lista los platos mejores, aquellos cuyos nombres leía melancólicamente las noches que entraba en el establecimiento sin otro capital que una peseta. ¡Viva la abundancia! Comió a su antojo de lo más caro, tomó café, y hasta hizo que le trajesen de la Tabacalera de la calle de Sevilla un cigarro habano de los mejores. Había que solemnizar el suceso.

Ir a las fiestas, buscar al otro día tu nombre en la lista de señoras y niñas que publican los diarios, y que te vean en un palco del Odeón cuando la compañía francesa representa comedias que no te interesan porque no las entiendes, y desesperarte cuando alguna amiga viene mejor puesta que : esa es tu vida, eso te conforma, a eso se reducen tus ensueños.

La lista de los alumbrados sevillanos sería interminable, y en gran número salían en los autos de fe, y aunque de todos en completo se ignoran los nombres y las circunstancias de sus procesos, de muchísimos existen noticias anteriores bien detalladas.

Palabra del Dia

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