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Actualizado: 3 de junio de 2025
En nada había variado. Los mismos muebles, los mismos objetos; las papeleras manchadas de tinta, con letreros en las tapas, grabados a punta de cortaplumas; el pizarrón, el mismo pizarrón de otro tiempo, en su caballete verde; la mesa del dómine ocupada por los mismos libros, todos muy bien colocados.
En efecto, hallábase aquella abovedada cámara repleta de legajos, infolios y libros, hacinados en varios estantes y cuidadosamente ordenados, según podía colegirse por los claros números y letreros que cada uno ostentaba. Detúvose un instante, y recorrió con la vista aquel vetusto arsenal de papel y pergamino.
Montones de estiércol y paja rompían a lo lejos la uniformidad del suelo; aquí y allí tapias de ladrillo de color de polvo, letreros industriales sobre faja de yeso, casas que intentaban rodearse de un jardinillo sin poderlo conseguir; más allá tejares y las casetas plomizas de los vigilantes de consumos, y en todo lo que la vista abarca un sentimiento profundísimo de soledad expectante.
En los paseos públicos habría unos bancos para niños, unos bancos para niñeras, unos bancos para ancianos, y quizás hubiese también unos bancos especiales para los candidatos al Parlamento: los chicos de tres años, cuando estuviesen cansados de jugar, irían de banco en banco, y, calándose unas gafas, estudiarían los diferentes letreros: ¿Soy yo candidato? se preguntaría Manolín . ¿Soy una niñera?...
Contemplando las fúnebres alegorías, y leyendo los letreros de las lápidas, que tanto inquietaron mis años infantiles, ví de nuevo mil incidentes de mi niñez y escuché, una vez más, la voz de personas queridas, entre ellas Angustias, quien me aseguraba dogmáticamente que mis muertos jugaban al ajedrez todas las noches....
Véanse las inscripciones que Osiris en sus Antigüedades prehistóricas de Andalucía, de la Cueva de los letreros y de otras cuevas y escondites, algunos de los cuales se hallan cerca del lugar de Villabermeja, lugar que yo he tratado de hacer famoso, así como a su más conspicuo habitante el Sr. D. Juan Fresco.
Don Juan Fresco, excitada su curiosidad y estimulada su actividad infatigable, desde que el Sr. Góngora, publicando en 1868 sus Antigüedades, le puso sobre la pista, se ha dado a buscar letreros en Cuevas escritas y en otros monumentos que hay cerca de Vesci, y los ha hallado y reunido en mucha copia.
¿La calle del Humilladero? dijo el trapero, incorporándose y haciendo con el gancho ciertos movimientos semejantes á los que hace con su varilla un director de orquesta. Esa calle está ... Voy á darle á usted una receta para que la encuentre en seguida. Pues eche usted á andar ... y vaya mirando con atención los letreros de todas las calles. ¿Sabe usted leer? Sí, señor dijo Clara.
En todas las encrucijadas se encontraba una fuente pública con un mascarón que había arrojado agua por su boca. Ciertos letreros rojos de las paredes eran anuncios de elecciones verificadas en los principios de la era actual: candidaturas de edil ó de diunviro que se recomendaban á los electores pompeyanos.
Era una hoja mellada, llena de garabatos, letreros, sapos por aquí, culebras por allí, y cubierta de moho desde la punta a la empuñadura. ¿Para qué me servía? Como no tenía filo, la cambié por un sable nuevo que me dió un sargento. ¡Y diste la espada, la espada!... exclamó la Condesa, levantándose de su asiento. La señora estaba sublime en su indignación.
Palabra del Dia
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