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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Leonido desembarca con su compañero; deja su escudo y su armadura cerca de una caverna de la ribera, y sale en busca de guarida. Marfisa, vestida de pieles, sale á su vez de la caverna; ve las armas, y experimenta un sentimiento vago y agradable; pero el viejo encantador Argante la arrastra á la fuerza á la gruta.
En el acto segundo lo vemos en gran favor en la corte de Túnez; pero su orgullo le ha granjeado muchos enemigos, y además lo indispone con el Rey. Otros corsarios moros emprenden mientras otra expedición á Sicilia, y traen con varios cautivos al padre y á la hermana de Leónido. El renegado desahoga en ellos su ira; ciega á su padre y lo amenaza con la muerte.
Nuestro poeta muestra, al parecer, afición singular á describir seres humanos que crecen aislados de los demás mortales, repitiéndose este pensamiento en otras muchas obras suyas, como, por ejemplo, en Las cadenas del demonio, Apolo y Climene, La hija del aire, Leonido y Marfisa, El monstruo de los jardines y Eco y Narciso.
Una voz imperceptible comienza ya á hacerse oir en el pecho de Leónido para responder á la vocación divina; habla entonces el pastor, y dice: En este zurrón pobre Está lo que me debes; considera Si es justo que lo cobre, Pues lo pagué por ti.
El amor aleja de allí á Leonido, á causa del peligro que le amenaza; pero antes de separarse de la joven que habita en la gruta, cambian ambos dos alhajas que llevan desde sus primeros años, y que son exactamente iguales, llenándolos de sorpresa este hallazgo. La escena inmediata es otra vez en Trinacria.
En la escena última se han hecho los preparativos del torneo, delante del palacio de Arminda: Marfisa y Leonido se aprestan á la pelea, pero se conocen y combaten con cierto temor. Casimiro los separa, y se informa de su procedencia. Al presentarle las joyas, que ambos guardan, averigua que son los dos hijos gemelos suyos y de Matilde, princesa de Trinacria, que los ha dado á luz en secreto.
El rey de Túnez hace un desembarco en Sicilia para complacer á su amada, que desea un esclavo siciliano. Leónido vence á los moros que le atacan, pero se aviene con ellos, y al fin resuelve acompañarlos á Túnez, en donde reniega de la religión cristiana para poner el colmo á sus crímenes.
Leonido se presenta á Marfisa y le cuenta su vida, diciéndole que había sido expuesto á la inclemencia del cielo, adoptándolo el duque de Toscana, y que más tarde, ya hecho caballero, por amor á Arminda había dado muerte á su hermano. Marfisa, en un espejo mágico, hace ver á su amada, que, con ayuda de los dos Príncipes, busca á aquel matador.
Cuando se exhorta á Leónido á acordarse del cielo y corregirse, contesta siempre de esta manera: Que lo pague Dios por mí, Y pídamelo después. Su corrupción llega hasta el extremo de dar un bofetón á su padre y de atentar al honor de su hermana, cuyo esposo lo desafía. Espéralo en el lugar designado para el duelo, en donde es atacado por una nube de moros.
Estalla en esto la lucha entre él, apoyado por un partido considerable, que lo ha elegido por caudillo, y el mismo rey de Túnez: éste consigue la victoria, y Leónido se ve obligado á huir. Para escapar á sus perseguidores, se oculta, lleno de rabia, en un desierto inhabitado.
Palabra del Dia
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