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Cuando sonreía á un liberal, malo. Este axioma cortesano tuvo gran boga del 20 al 23. Aquella noche estaba con Coletilla, su perro favorito. Sentados junto á una mesa el uno frente al otro, tenían delante unos papeles, que sin duda eran cosa importante por la atención con que los leían y anotaban y por la actitud satisfecha con que el Rey celebraba lo que allí estaba escrito.

Por lo general, y así sucedía en Villalegre, la Casilla estaba en sala relativamente cómoda y espaciosa, detrás de la botica. Allí se leían los periódicos, se fumaba, se charlaba y se jugaba malilla, al tresillo, al truquiflor y al tute, y tal vez al ajedrez, al una a la dominó y a las damas.

Antes de la inauguración del teatro se repartió profusamente por la ciudad un prospecto, en donde la empresa hacía presente al público lo necesario que era cultivar el buen teatro en esta ciudad y el deseo que se sentía de tener uno de la importancia del de San Fernando. En aquel impreso se leían estas líneas: «Hace tiempo que esta capital necesitaba un teatro digno de ella.

El juego, bajo todas las formas posibles, era su sola ocupación; jamas leían con fundamento; y cuando la música de prima noche se hacia oír en los escotillones digerian la comida bailando rabiosamente la jota ó la cachucha, ó cantando en coro estrepitoso el himno de Riego.

Las dos jóvenes son sevillanas y creo que primas carnales... ¿No conoce usted al sacerdote? Es un jesuita... un señor de mucha fama. Se llama el padre Talavera, ¡Qué linda es la hermana María de la Luz! ¿eh? Mucho. Vagamos todavía un rato por los jardines, pero no volvimos a tropezar con ellas. En cambio, fuimos a dar a un cenador donde tres o cuatro bañistas leían periódicos.

Y en el friso del ventanal se leían estas palabras del evangelio de San Mateo, escritas con caracteres góticos: Y les dice: Escrito está. Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros cueva de ladrones la habéis hecho.

Leían los nombres de todos los votantes sin omitir uno. De repente aparecen por la puerta del rincón de Fernando el Católico varios quintos mandados por un oficial, y se plantan junto a la escalera de la mesa. Parecían comparsas de teatro. Por la otra puerta entró un coronel viejo de la Guardia Civil.

Pero ¡ahora!... Ahora él, aunque no sabía leer, se enteraba de las cosas del mundo cuando iba a San José los domingos y hablaba con el secretario del Ayuntamiento y otras personas letradas que leían periódicos. Los reyes se casaban con reinas y las pastoras con pastores. Se acabaron los buenos tiempos.

Breuil repuso: Lo que usted quiera. Todas las tardes se reunían, y charlando de sus lejanas mocedades pasaron horas muy bellas. El concluyó por instalarse en el piso segundo del hotel de María Ana. Nunca salían á la calle. Por las noches rezaban, jugaban al ajedrez, leían novelas y componían música.

Púsome de muy mal humor esta laguna que aparecía de repente, acaso en la parte más interesante de la historia de aquel pobre loco; y tanto más, cuanto en algunos girones de hojas que habían quedado adheridos, se leían algunas frases que demostraban que Luis no había sido muy feliz después de su matrimonio.