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Actualizado: 21 de mayo de 2025
En efecto, contenía gran número de novelas, todas de la escuela romántica primitiva, cuidadosamente encuadernadas, pero muchas de ellas ya grasientas por el uso. En los pasajes más tiernos solían tener las hojas algunas manchas amarillentas, lo cual ponía de manifiesto que las distintas lectoras en cuyas manos había estado el libro habían tributado algunas lágrimas a las desdichas del héroe.
La condición murmuradora debe tener raíces muy hondas en el espíritu humano cuando ha resistido la crítica de los filósofos y moralistas de todos los siglos y sigue resistiendo con toda lozanía la condenación general. La murmuración es, ante todo, una cosa agradable. No hagan aspavientos ni remilgos mis lectoras.
Me han sugerido estas pequeñas disquisiciones sobre la psicología de los secretos dos cartas que he recibido de mis amigas Rosalía y Petrona. Recordarán mis lectoras la carta de Rosalía desde «Los Carpinchos», contándome su vida y milagros.
Laura siguió bajando. Pero cuando ya se dirigía a su habitación, donde hubiera sorprendido a las lectoras de su diario, oyó sonar el timbre de la puerta de calle. Entró Julio. No cambió la mirada de Laura. ¿Quiere subir ya? Algo enferma está hoy abuelita. ¿Por qué tantos días sin venir? Y su voz, arrastrando ligeramente las sílabas, tenía un dejo resignado, manso. Se sentaron.
Por lo tanto, nosotros aconsejamos a nuestras lectoras que digan Londres: lo mismo cuesta una palabra que otra; y por supuesto, que digan de todas suertes que se lo han enviado de fuera, o que lo han traído ellas mismas cuando estuvieron allá la primera, la segunda, o cualquiera vez, y aunque sea obra de Alegría.
Es inútil decir a nuestros lectores, y sobre todo a nuestras lectoras, que desde aquella tarde, y sin más explicaciones, se estableció una amistad regular y de las más estrechas, entre Juana de Maurescamp y Jacobo de Lerne. Juana entró desde entonces en una nueva faz de su vida, llena de delicias.
Por lo que á mí toca, Dios sabe cuánto deseo verla. ¡Animo, mis queridos y benévolos lectores! Hasta mañana. =Dia trigésimo tercero=. La enferma. Museo del Louvre. La Asuncion. Apoteosis de Rubens. Otra pintura de Murillo. Una respuesta. Noticia á mis lectoras. Curiosidades. ¡Virtud increible la de la sangre! ¡Cariño santo el de la familia!
Bueno... Tornemos a las cartas. Entre ellas me he fijado especialmente en una que debe proceder de una muchacha joven y bonita. «¿Y cómo sabe usted que es bonita y joven?» preguntarán mis lectoras. Deduzco que es joven por los conceptos que emite. El tiempo no sólo imprime cambios en nuestro rostro, sino también en nuestras ideas.
Por cierto que he recibido algunas cartas en que, si no censura, había cierta extrañeza por hablar yo de mi marido en estas crónicas superficiales, deleznables y pasajeras. ¿Por qué la extrañeza? Falta de costumbre en las lectoras, sin duda.
Algunas veces, esto entre nosotras, he escrito a un periódico para obtener informes... Ese periódico se llama «Preguntas y Respuestas». Inserta las preguntas que se le envían, y entre sus lectores o lectoras, hay siempre personas de buena voluntad que dan una respuesta cualquiera... ¿Quiere usted que trate de tener lo que desea en su lugar?... Sí, pero ¿cómo? dije interesada.
Palabra del Dia
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