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Actualizado: 11 de junio de 2025
Las mujeres le rodearon, llorando todas al verle herido; él dijo algunas palabras, volvieron los suyos, y entre cuatro le llevaron á su casa. Antes de llegar á ella ya estaba muerto. Reinaba en el pueblo la consternación, porque habían perecido muchos hijos y muchos maridos; las madres y las esposas gritaban por las calles con amargos y dolorosos lamentos.
No lo había visto todavía, pero podía jurarse por lo que la «resquemaba», aunque no la impedía los movimientos, gracias a Dios. Venían provistas de labor para hacer más entretenidas las horas sobrantes alrededor del brasero. Mi tío las recibió con cuatro cuchufletas y algunos lamentos. Aunque vivo todavía, se daba por muerto ya.
La vieja prorrumpió en lamentos. ¡Lo que ella había dicho! ¡La sangre corrompía; el maldito susto que no había querido salir y ahora, con la muerte, se le esparcía por todo el cuerpo! Y se abalanzaba sobre la agonizante, besándola con una avidez loca, como si la mordiese para volverla a la vida. ¡Se ha muerto, don Fernando! ¿No le ve su mersé? Se ha muerto... Salvatierra hizo callar a la vieja.
De minuto en minuto caían al suelo o al mar multitud de hombres llenos de vida; las blasfemias de los combatientes se mezclaban a los lamentos de los heridos, de tal modo que no era posible distinguir si insultaban a Dios los que morían, o le llamaban con angustia los que luchaban.
Y como los fantasmas de los infelices en cuya suerte había él influido, continuaban flotando delante de sus ojos como si saliesen de la brillante superficie del río é invadiesen el aposento gritándole y tendiéndole las manos; como los reproches y los lamentos parecían que llenaban el aire oyéndose amenazas y acentos de venganza, apartó su vista de la ventana y acaso por primera vez empezó á temblar.
Sí, hay pobres, hay miseria, hay llagas, hay dolores, hay lamentos; yo he raspado con el dedo la mezcla lisa que pone el palaustre, para que parezca bonita la parte exterior de las paredes; yo he quitado esa mezcla postiza, ese falso aliño, esa cara embustera; he penetrado más allá; me he visto dentro.... Para la ley no hay pobres; para la moral, sí; para los extraneros que tienen corazon, sí.
Dentro sonaban lamentos, consejos dichos con voz enérgica, un rumor de lucha. Era Pepeta queriendo separar á Teresa del cadáver de su hijo. Vamos... había que ser razonable: el albat no podía quedar allí para siempre; se hacía tarde, y los malos tragos pasarlos pronto.
Cuando á fuerza de golpes, pellizcos, rociadas de agua, cruces y aplicaciones de palmas benditas volvió la joven en sí y dióse cuenta de su estado, ¡las lágrimas brotaron silenciosas de sus ojos, gota á gota, sin sollozos, sin lamentos, sin quejas! Ella pensaba en Basilio que no tenía más protectores que Capitan Tiago, y que, muerto éste, se quedaba por completo sin amparo y sin libertad.
«Como ellos yo moriré, «Y en la tierra de mi fosa «¿Qué alma verterá piadosa «Una gota de dolor? «Y cuando en algun camino «Bajo los años sucumba «¿Quién dará para mi tumba «Una limosna por Dios!» Cesa, cesa en tus lamentos Cabo lleno de laureles, Que hay olvidos mas crueles Que los que llora tu voz: La República Argentina Bajo el yugo de un tirano Pide al mundo americano Una limosna por Dios!
La mayor parte no le comprendían; pero había algunos seres privilegiados y poéticos, casi todos ellos del ramo de sedería, en quienes sus lamentos hallaban eco y simpatía.
Palabra del Dia
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