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El anciano indígena era el único, antes de la llegada del cura, que dirimía las controversias sobre tierras, a quien se llevaban las quejas de las familias, de consultas sobre matrimonios y sobre asuntos de conciencia, y jamás un vecino tuvo que lamentarse de su decisión, siempre basada en un riguroso principio de justicia.

La señora, al oirle, lanzó nuevos gemidos y comenzó a lamentarse, con grandes sollozos, de haber escapado. El extranjero sacó un reloj y murmuró: Tenía tiempo. No habrá encontrado nadie. Eso debe ser dijo Martín. Veremos si aquí podemos resistir algo repuso el extranjero. ¡Hermoso día! murmuró Martín. La verdad es que un día tan hermoso convida a todo, hasta que le peguen a uno un tiro.

Ambas me han contado que no pueden levantar los ojos para mirar a un hombre, sin que al día siguiente tengan que soportar una dura conferencia sobre las maneras corteses y la modestia propia de una niña. En verdad, no creo tenga, hasta ahora, muchos motivos por qué lamentarse.

Prevaleció el amaneramiento de decir siempre que los tiempos eran muy malos, pero muy malos; el lamentarse de la desproporción entre sus míseras ganancias y su mucho trabajar; subsistió aquella melosidad de dicción y aquella costumbre de preguntar por la familia siempre que saludaba á alguien, y el decir que no andaba bien de salud, haciendo un mohín de hastío de la vida.

»Al saberlo Paulino se entregó a grandes extremos de dolor; pero Rosa le tranquilizó con un aire lleno de encanto: «¿Podrías creer en la noticia de esa muerte? puede lamentarse, llorar, pero no morir. ¡La alegría es tan pronto arrebatada a nuestros deseos! ¿Qué necesidad hay, pues, de consumir nuestra vida en disgustos?

Saliendo un día juntos de la iglesia, el P. Gil, que acababa de recibir un fuerte desaire de sus compañeros, se lo dijo, sin lamentarse, como si le diera cualquiera noticia. No hagas caso de ellos le replicó el viejo caudillo, poniéndole la mano rugosa y seca como un haz de sarmientos sobre el hombro. Son todos unos maricas.

Abrid la historia de las pasadas sociedades; leed al filósofo crítico más reverendo, y le veréis mientras se jacta de haber dado ensanche al patrimonio ruin de la inteligencia que heredó de sus mayores, lamentarse de los locos extravíos de la de sus hijos. Y cuando á los nuestros entreguemos mañana el imperio del mundo, palparemos más evidente esta verdad.

Tenía a Juan de pie delante de la cama durante horas enteras, lo interrogaba, y frecuentemente toda la noche transcurría en discusiones interminables. La paciencia del joven era inagotable y pasaba, sin lamentarse, de la labor del día a la fatiga de las noches. María Teresa se habituaba también a confiar en su presencia.

Por este lado, pues, el banquero no tenía motivos para lamentarse de la insipidez de la tertulia. Harto más arraigado estaba e invencible parecía el tedio de Verónica.

El tren que nos habia precedido hallábase detenido despues de tres horas porque la máquina se habia descarrilado. Los carruajes estaban en medio de la via y el paso del nuestro era imposible. Tres horas poco mas ó ménos sufrimos la inesperada detencion que el tren anterior nos originó: ninguna desgracia felizmente hubo de lamentarse.