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Actualizado: 17 de junio de 2025
Dice poder dar testimonio de los sentimientos piadosos, de devoción y de amor á la religión católica en que murió, así como de que le oyó lamentarse muchas veces de no tener salvoconducto del Rey Católico para entrar en España sin peligro y presentarse ante el Santo Oficio, objeto constante de sus votos.
Pero a las pocas semanas de esta vida vertiginosa, en la que ganaba cinco mil pesetas por cada tarde de trabajo, Gallardo comenzaba a lamentarse como un niño lejos de su familia. ¡Ay, mi casa de Sevilla, tan fresca, y con la pobre Carmen que la tié como una tacita de plata! ¡Ay, los guisos de la mamita! ¡Tan ricos!...
Tampoco se fijó en la inquietud de D. José, que se movía en el asiento como si este tuviese espinas; y volviendo a lamentarse de su destino, se dejó decir: «Porque no hacen solutamente estimación de los verídicos hombres del mérito. Tanto mequetrefe colocao, y a nosotros, tocayo, a estos dos hombres de calidá nadie les ensalza.
Y si á pesar de sus temores exagerados, de su ineptitud á todo trabajo y de su decaimiento moral, hay á veces momentos lúcidos de actividad intelectual, es para hacer despues mas penosa su vuelta al estado anterior y para mas lamentarse de su impotencia.
Lope no tardó en referir la historia de sus amores, y cuánto había sufrido á la que tanto interés mostraba hacia él; la tapada comenzó entonces á sollozar y lamentarse en voz alta, exclamando: «¡Ay, mi bien! ¡Ay, mi Fernando! ¡Ay, mi primero amor! ¡Nunca yo hubiera nacido, para ser causa de tantas desdichas! ¡Oh, tirana madre! ¡Oh, bárbara mujer! ¡Que tú me forzaste, tú me engañaste, tú me has dado la muerte!» Contó después que se había desesperado y vivido sin consuelo durante la ausencia de su amado; que había hecho diversas tentativas para quitarse la vida, y cayó al fin en tierra gimiendo.
Llegado junto á su cuerpo, que poco antes había dejado, no le pareció más que una disforme masa de barro y se maravillaba consigo mismo y no acababa de creer que aquél era en quien poco antes ejercitaba todas las operaciones y facultades naturales, y no cesaba de lamentarse y quejarse con sus compañeros, sino que éstos, sonriéndose, le dijeron: Aquí conocerás qué cosa eres tú, cargado de esta vil y hendionda materia.
Diógenes le volvió la espalda sin preguntarle nada más, y el tío Frasquito, gozoso de verse libre al solo precio de hacer traición a su amigo, corrió a noticiar a Currita que Diógenes tomaba partido por la Sabadell, y a lamentarse con la de Bara de que la policía correccional no pusiera coto, ni en España, ni en Francia, a los desafueros de aquel cínico viejo.
Cuidaba el celo del licenciado Salazar de exhortar á los moribundos, persuadiéndolos á que en su última agonia invocasen los dulces nombres de Jesus y de Maria, pero tuvo que lamentarse mucho su caridad á vista de la pertinacia con que espiraban.
Hízola sentar Butrón junto a sí, al lado de la marquesa; y ella, con los claros ojos fijos en el gran duque Alejo, que, sombreado por una telaraña, tenía delante, comenzó a lamentarse, con frases muy pulcras, del entripado de Fernandito... Casi, casi había estado a punto de no venir, por miedo de dejarlo solo; pero las noticias que le había dado Butrón eran tan graves, tan lisonjeras, que acabó al fin por decidirse.
Doña María entró también con la doncella de su sobrina; trajo papel del sello pobre para un memorial pedigüeño que debe Vmd. hacerle; dejó nota de la mucha hambre que padece, nombre del marido que pudo tener y murió, y estadística del estado en que puede hallarse la niña; dejaron la ropa blanca; me dió cuatro pellizcos de monja, y volverán para lamentarse, la vieja, del tacaño tiempo, y la sobrina, de la poca fe de los hombres....
Palabra del Dia
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