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Actualizado: 8 de junio de 2025
-Pues otra cosa hay en ello -dijo el cura-: que fuera de las simplicidades que este buen hidalgo dice tocantes a su locura, si le tratan de otras cosas, discurre con bonísimas razones y muestra tener un entendimiento claro y apacible en todo. De manera que, como no le toquen en sus caballerías, no habrá nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento.
Días antes había pagado doscientos francos por un sello antiguo de cera de Yacoub Almanzor, que ostentaba en letras árabes esta hermosa leyenda: «Que Dios juzgue a Yacoub, como Yacoub haya juzgado». La corrrona esta es de Italia: corrrona rreal sobre la cruz de Saboya prosiguió el tío Frasquito . Uno idéntico tengo de Víctor Manuel, perrro estos otros no los conozco...
En suma, una sola ley, un solo fuero, y una sola autoridad que juzgue por los mas breves trámites que aquella señale, es el único medio de allanar el camino para que la justicia sea prontamente administrada y respetada.
No hay castellano, ni portugués, que se juzgue de una raza superior; que deje de tener por hermanos suyos a los demás hombres; pero a veces la codicia rompe este lazo fraternal, y por robar se mata, y a veces una caridad mal entendida mueve al creyente celoso a infligir duras penas temporales con el intento y buen propósito de sacar del poder del diablo y de libertar de las penas eternas a los que están dados al diablo y son sus esclavos.
Como el infeliz Pirovani siguió diciendo me confió el manejo de su fortuna, y esta casa pertenece á su heredera, yo, en uso de mis facultades, le digo, señora marquesa, que puede usted seguir aquí todo el tiempo que juzgue oportuno, como si fuese de su propiedad, y sin pagar por ella un solo centavo. ¡Qué no haré yo por usted!... Ella le miraba fijamente con ojos interrogantes.
Juzgue, pues, de la confianza que puede merecer un carácter tan voluble que borra en menos de un año una pasión que él aseguraba ser eterna. Antoñita bajó la cabeza ante esta profunda indignación de Amaury y permaneció como aterrada. Eres muy severo, Amaury dijo el doctor. ¡Oh! sí muy severo añadió tímidamente Antoñita. ¿Le defiende usted, Antoñita? exclamó vivamente Amaury.
Estuve a punto de gritar, pero en seguida pensó que quizás tomaba tal precaución por miedo a que la carta cayese en manos de su hermano. Entonces juzgué que obraba bien y hasta aplaudí su idea por más que se me antojaba que era demasiado cruel el encarnizamiento con que se cebaba en mi desventurada epístola.
¡Oh! ¡no diga usted que el enredo no estuviese ya arreglado de antemano, pues sé que lo estaba! decía a voces. Y juzgue añadió del corazón del infame, que abandona a su propia hija, de un modo tan inhumano. ¡Es una solemne desvergüenza! tartamudeó el coronel sin la menor idea de lo que estaba diciendo.
¿No quiere usted que lo juzgue severamente? Hay que ser consecuente, mi pobre amigo. Agrádeme o no, usted no puede hacerme un reproche igual. Pero dejemos esta vana disputa y estas niñerías crueles que nos hacen tanto daño.
Y no lejos de aquí, por propios ojos, El Carbunclo animal veces he visto: Ninguno me lo juzgue por antojos, Que por cazar alguno anduve listo. Mil penas padecí, y mil enojos En seguimiento de èl; ¡Mas cuan bien quisto, Y rico y venturoso se hall
Palabra del Dia
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