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Actualizado: 2 de mayo de 2025


JIMENA. ¡El es, por Dios! ¡Y dudabas de su fe! LEONOR. ¡Jimena! JIMENA. Te estorbaré... solos os dejo a los dos. LEONOR y MANRIQUE, rebozado LEONOR. ¡Manrique! ¿Eres ? MANRIQUE. Yo, ... No tembléis. LEONOR. No tiemblo yo; mas si alguno entrar te vio... MANRIQUE. Nadie. LEONOR. ¿Qué buscas aquí? ¿Qué buscas?... ¡Ah!... Por piedad... MANRIQUE. ¿Os pesa de mi venida?

Tenía Currita puesta la celada de Bayardo sobre su fama de mujer a la moda, y esto iba a pegarle en la cimera, a herir directamente su honor, significando, como significa en sustancia, que era ella una Jimena sin ningún Cid que la defendiese; atroz insulto, ofensa imperdonable hecha a una dama que sobrepujaba en celebridad a cuantos toreros, cantantes, saltimbanquis, pulgas industriosas y monos sabios habían hasta entonces alcanzado fama en la corte.

Múdase en seguida la escena á la corte de Alfonso el Casto, en donde se celebra tan gloriosa victoria con una brillante fiesta. Bernardo pide la recompensa prometida á sus hazañas, reclamando no sólo la libertad de su padre, sino también su casamiento con Jimena, para borrar su mancha de bastardo; pero el ingrato Rey le contesta con palabras evasivas.

En primer lugar utilizaron la historia nacional, rica en graves acontecimientos y terribles catástrofes, como el orgullo del último rey de los godos, la pronta venganza del conde D. Julián, la malhadada batalla, que acabó con la monarquía de los godos, y la trágica muerte de Rodrigo; la heróica resistencia de Pelayo en las Asturias; las gloriosas hazañas del Cid, su amor á Jimena, su combate con su padre, su lealtad á los soberanos legítimos, premiada siempre con ingratitud; el asesinato del rey Sancho en el cerco de Zamora; los amores románticos de Alfonso VI y de la bella Zaida, y de Gonzalo Gustios de Lara y la hija de Almanzor; la lucha fratricida entre Pedro el Cruel y Enrique de Trastamara, semejante á la de Eteocles y Polinice; el asesinato del maestre de Santiago, y la triste suerte de la inocente Blanca de Borbón; el favor y la caída súbita de D. Álvaro de Luna, y las aventuras caballerescas de D. Pedro Niño.

Yo que creí que era Manrique... ¡Ay de ! Todavía me estremezco. Por él me aborrece ya. JIMENA. ¿Don Manrique? LEONOR. , Jimena. JIMENA. ¿De vuestro amor dudará? JIMENA. ¿Siempre llorando, mi amiga? No cesas... LEONOR. Llorando, ; yo para llorar nací; mi negra estrella enemiga, mi suerte, lo quiere así. Despreciada, aborrecida del que amante idolatré, ¿qué es ya para la vida?

Y él creyó que envilecida vendiera a otro amor mi fe. No, jamás,... la pompa, el oro, guárdelos el Conde allá; ven, trovador, y mi lloro te dirá cómo te adoro, y mi angustia te dirá. Mírame aquí prosternada; ven a calmar la inquietud de esta mujer desdichada; tuyo es mi amor, mi virtud... ¿Me quieres más humillada? JIMENA. ¿Qué haces, Leonor? LEONOR. Yo no ... alguien viene.

Palabra del Dia

ancona

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