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Actualizado: 29 de junio de 2025
Izoca acude al arco que traía, De presto Ibitupuá los despartia. Las tazas andan tales y los mates, Que el acuerdo se vuelve en voceria; Allí se disputaban mil debates, Y cada cual su caso difería. Con borradas razones y dislates, El uno al otro dice vencería, Aunque traiga consigo por ayuda La isla Jamaíca y la Bermuda.
Perdidas las cuatro naves, en la costa de Veragua dos y en Jamaica las otras, el Almirante fletó en la isla Española dos más embarcando en la del maestra Diego Rodríguez con 25 de sus compañeros. El Adelantado D. Bartolomé vino en la segunda, llegando á Sanlúcar de Barrameda el 7 de Noviembre de 1504.
Los bar-rooms estaban llenos; no se oía más que la voz ronca y gutural de los negros de Jamaica, la eterna blasfemia del marinero inglés y el hablar soez de algunos gaditanos. Salían y en la primera mesa arrojaban una moneda, luego otra y, una vez exhaustos, la emprendían con el vecino, las navajas relucían y sólo con esfuerzo era posible separarlos.
Hubo que abandonar un navío, que, «agujereado y comido de gusanos, no podía sostenerse sobre el agua», y los otros dos, al llegar con grandes trabajos a las playas de Jamaica, fueron zabordados a tierra, convirtiéndose en casas o fortines de tablas corroídas.
La importante casa comercial "La Princesa", de González y Hnos., obsequió al comandante Castillo y oficiales con una suculenta comida, celebrando según allí se decía el comienzo de la paz, pues Lacoste era el que había armado el revolico. Al igual que en Jamaica, la villa de Guantánamo estaba animadísima.
Y estornudó por tres veces, haciendo figuras y monadas con que creía apartar de la mente de Jacobo la maldita idea del gorro quemado: mas este, no bien salieron los criados, después de servir el legítimo ron de Jamaica, tomó a preguntar: ¿Te acuerdas de aquella noche?... El tío Frasquito contestó un ¡sí! tímido y vergonzoso, cual si le recordase la pregunta algún crimen nefando.
A vista de tan formidable refuerzo, y cansado de luchar sin fruto contra un cúmulo tal de inconvenientes, hijos la mayor parte de la rastrera envidia, y sin desistir por eso de esperar tiempos mejores para empezar de nuevo la conquista de las libertades de su pais, puso á disposicion del jefe de Cartagena las fuerzas que llevaba, y á los tres dias de la llegada de Morillo se retiró á Jamaica, donde despues se le reunieron Mariño y algunos otros jefes y oficiales venezolanos.
Fingió á la ida andar menos porque la gente no se desalentase; fingió á la vuelta andar más por desatinar á los pilotos; si á esta declaración se junta la que hacía á los Reyes en la carta que escribió desde Jamaica, diciendo que sólo él sería capaz de decir dónde estaba Veragua y de volver á la costa, no puede menos de reconocerse, ya que no la pedantería de que le acusa el escritor alemán Rodolfo Cronau, cierta inmodestia.
Tenía visiones divinas, como la de Jamaica, en la que le habló Dios en persona, y al mismo tiempo afirmaba: «El oro es excelentísimo, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo; tal es su poder que echa las almas al Paraíso». Emprendía sus viajes en nombre de la Santísima Trinidad, afirmando que su obra era «lumbre del Espíritu Santo», pues lo enviaba a la India para que esparciese el Evangelio y salvase las almas, y luego proponía la venta de indígenas hasta que diesen una renta de cuarenta millones anuales.
Palabra del Dia
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