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La duda que le mortificaba era esta: «¿Y él? ¿estaba convidado De Pas?». No lo sabía, y no quería marcharse sin averiguarlo. Como pasaba el tiempo, y ya gabinete y salón quedaban poco a poco despejados, el Magistral creyó que debía irse. Se acercó a la Marquesa, pero no tuvo valor para despedirse y le habló de cualquier cosa.

Iremos a cuidarle si cae enfermo en cama, y cuando no, vendrá él a almorzar, a comer y a charlar con nosotros todos los días. Doña Luz insistió en irse a su casa; pero D. Acisclo siguió oponiéndose, y fue menester que doña Luz cediera, ofreciendo gustosísima su casa para que en ella viviese el Padre.

No tenía ganas el joven de explicaciones ni disputas aquella hora, y como era un poco tarde se apresuró a irse a la clase. Mas no tuvo sosiego en ella, ni cesó de pensar en lo que su hermano diría y haría. Esta perplejidad le arrancaba suspiros. El miedo, el pícaro miedo era su principal enemigo.

Y de repente, el que ella creía separado de Mauricio por sentimientos que necesariamente debían irse agravando, se presentaba calmado, sereno, con palabras de conciliación en los labios y prendas de paz en las manos.

Don Luis estuvo por enmudecer e irse; pero no lo consintió su corazón, y pugnando por revestirse de una autoridad que ni sus años juveniles, ni su rostro, donde había más bozo que barbas, ni su presencia en aquel lugar consentían, se puso a hablar con verdadera elocuencia contra los maldicientes y a echar en rostro al conde, con libertad cristiana y con acento severo, la fealdad de su ruin acción.

Arturito tuvo que irse muy triste y desolado. No se le ocurrió, ni por un momento, dudar de la sinceridad de Rafaela ni de su reciente empeño de volverse santa. A todos los hombres nos ciega algo la vanidad y no acertamos a ver, en ocasiones, al rival que aparece, ni a descubrir en él mayor mérito que en nosotros, ni más seductores recursos.

¡Oh! se sonrió difícilmente Nébel . Mi padre tampoco lo cree. ¿Y entonces? Nuevo silencio cada vez más tempestuoso. ¿Es por que su señor padre no quiere asistir? ¡No, no señora! exclamó al fin Nébel, impaciente . Está en su modo de ser... Hablaré de nuevo con él, si quiere. ¿Yo, querer? se sonrió la madre dilatando las narices . Haga lo que le parezca... ¿Quiere irse, Nébel, ahora?

Llegó a sentirse tan fatigada, que cuando el mayor, que también se llamaba Pedro Minio, le manifestó el deseo de irse a Cuba, no tuvo fuerzas para contrariarle. El otro se quería casar con una mujer de malos antecedentes. Nueva batalla de la madre, que empleó, para evitarlo, cuantos recursos le permitían su conocimiento del mundo y su alta posición.

El sabio, en efecto, se divierte merced al diablo que le sirve bien: y, por último, por intercesión de algún santo, o por bondad de la Virgen María, o por la infinita misericordia de Dios, suele dejar burlado al enemigo malo, y logra irse al cielo.

A pesar de comprenderlo así, tuve que mirarla a la cara y empaparme los ojos de que era mi madre, para no soltar una barbaridad. Todavía no se han atrevido a irse las dos dejándole solo; pero la que no sale se queda renegando.