Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 4 de junio de 2025


Aún podía ofrecer un testimonio más importante: el doctor Ojeda, que la había encontrado a la una y media, cuando él se retiraba a su camarote, acompañándola hasta las tres. ¿Cuándo iba a terminar de martirizarla este malvado?... La madre tomaba partido por el hijo, mirándola a ella con ojos iracundos. Era la vergüenza de la familia: los iba a matar a disgustos. «Papá... papá», imploraba Nélida.

Esto de que le mirasen como un pájaro raro no estaba en su carácter, pero tenía miedo a Manolita y a los iracundos pellizcos con que acogía sus desobediencias. ¡Pobre don Melchor! ¡Cuan caro le costaba ser esposo de una mujer hermosa y rica!

Provenía éste principalmente de sus grandes ojos negros expresivos: el alma se asomaba a ellos reflejando las más leves y fugaces emociones; ora ardían con fuego malicioso revelando la pasión recóndita, insaciable, ora se aquietaban extáticos, límpidos, en arrobo místico; ahora brillaban alegres y bulliciosos, enseguida melancólicos, tan pronto secos como húmedos, tan pronto tiernos como iracundos.

Antes de servirse el primer plato surgieron protestas. Se negaban algunos pasajeros a sentarse, mirando iracundos la bandera que cubría con intrusos colores el montón de platos de su cubierto. Querían la suya, la de su país.

No se dejaba cabalgar de otro jinete que el príncipe, a la sazón Sultán; pero en trueque era la más dócil hacanea si alguna dama hermosa intentaba montarlo. Andaba tres farasangas de sol a sol; corría el doble que el corcel más corredor; en la arena dejaba atrás al camello más fuerte, y pasaba a nado el Guadalquivir en los días más iracundos de su tempestuosa soberbia.

Mujer, ¿por qué no la has ofrecido al Eccehomo de la Merced? preguntó con sorpresa una vieja planchadora de la casa, que siempre había encendido la lámpara del dicho Eccehomo y cuidaba del aseo de su capilla, llegando a considerarla como propia. ¡Ay, mujer!, porque el Santo Cristo de Tunes es más milagroso. ¡Serán cuernos para él! exclamó vivamente y con ojos iracundos la planchadora.

Carmen estaba encantada, Narcisa furiosa, y doña Rebeca parecía abstraída en perplejidades y temores, con un aire lánguido de víctima, muy mal avenido con su figurilla inquieta y alocada. Sentía un enfermizo reblandecimiento de amor maternal hacia el marino, y veía avecindarse en torno suyo los iracundos celos de Narcisa.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando