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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Muy raro era que Lita no quisiera que le contaran un cuento, porque prefería los cuentos a las golosinas, a los juguetes y hasta a los libros de estampas. Por eso su mamá se los contaba todos los días, inventando a veces algunos muy bonitos. Después de quedarse un rato pensativa, dijo Lita: Mamá, quiero que me digas quién es mi madrina...
Talberg fué el profesor á quien acompañé á los Andes, y que tampoco fué mi marido... Mi verdadero nombre es Beatriz... Mi madre fué italiana, una florentina; mi padre era de Trieste. Esta revelación no interesó á Ferragut. ¡Un embuste más! dijo . ¡Otra novela!... Sigue inventando. La mujer se desesperó. Sus manos se elevaron sobre su cabeza, retorciéndose con los dedos entrecruzados.
Todo el santo día lo pasaban enredando desde la trastienda a la cocina e inventando diabluras. Don José era el que parecía menos feliz. Estaba triste, según decía, por la falta de ocupación.
Eva lamentaba su pérdida tanto como la de la amistad de los bienaventurados. En vano Adán se calentaba la cabeza buscando algo adecuado para sustituirlas. Hizo tortas de trigo, que roció con la miel de las abejas, recientemente subyugadas; secó los frutos de la viña, inventando las pasas antes que el vino, y así llegó á descubrir el pudding.
La dramaturgia creó el tipo del hombre que provoca amor en todas las mujeres, porque él finge amar, pero a ninguna ama: don Juan. El dramaturgo va por la vida inventando dramas, descubriendo dramas. Al contrario. El que vive un drama no ve el drama; ve su drama individual. Y si por caso al dramaturgo le acontece ser víctima en un drama vivo, él permanece ecuánime, sereno.
La tierra es grande, y los hombres, para perpetuar su recuerdo en ella, llevan miles de años degollándose, inventando nuevas maneras de entenderse con los dioses o escribiendo en tablas, pergaminos y papeles para que su nombre quede con unas cuantas líneas en el libraco que llaman Historia... Y la tal tierra es en el mar del espacio menos, mucho menos que el Goethe en medio del Océano; menos que un grano de carbón perdido en las tres mil toneladas de hulla que pasan por sus carboneras.
«¿Por qué no me miras?» le preguntó una noche, con semblante ceñudo. Porque... No dijo más; se comió el resto de la frase. Dios sabe lo que iba a decir. Bebía los vientos el desgraciado chico por hacerse querer, inventando cuantas sutilezas da de sí la manía o enfermedad de amor.
Vamos al café y a la taberna; hablaremos con los chicos de la cárcel...». Total, que hemos estado todo el día inventando diabluras, y luego fuimos a casa de don Felicísimo, que también está empeñado en poner en salvo a ese preso.
«Sí, sí, sí dijo entre lágrimas y sollozos . Picardía tras picardía, nos han quitado nuestro derecho, es decir, nos lo han negado... ¿Cómo? Inventando mentiras, comprando la ley. La ley se vende, hijo. Tú y yo tenemos derecho a una casa y a una herencia. Pues bien: nos la han quitado. Mira lo que han hecho conmigo; meterme en una cárcel. Pues contigo harán lo mismo, y nos ahorcarán, si pueden».
Atravesaba Madrid con el rubor del pedigüeño, con la vileza del mendigo de levita, inventando embustes para comer, mientras los hambrientos de blusa encontraban siempre un medio para satisfacer su hambre.
Palabra del Dia
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