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Luego, al concluir, un vals brillante de Strauss, para recordar sin duda algún momento pasado, cuando, los cuerpos unidos y los brazos entrelazados en el rápido girar, el labio derramó al oído la primera palabra del poema que la música está interpretando... Al principio, la casa duerme; cuando empieza la segunda pieza, un postigo se entreabre de una manera casi invisible en el balcón desierto, y un rayo imperceptible de luz, brotando de la oscura fachada, anuncia discretamente que hay un oído atento y un pecho agitado.

Al pie del cartel encontró otro nombre: «El rey de las praderas». ¡Ah, ! Este era el apodo de un artista americano llamado Gould, que había obtenido una celebridad universal interpretando el papel de cow-boy vengador y caballeresco en un sinnúmero de dramas cinematográficos cuya acción se desarrollaba, invariablemente, á través de las llanuras del Sur de los Estados Unidos.

Al fin se la otorgaron, pero fue para despedirle a los pocos días: la música de Juan no agradaba a los parroquianos del Café de la Cebada; no tocaba jotas, ni polos, ni sevillanas, ni cosa ninguna flamenca, ni siquiera polkas; pasaba la noche interpretando sonatas de Beethoven y conciertos de Chopín: los concurrentes se desesperaban al no poder llevar el compás con las cucharillas.

Interpretando la mirada impasible del hombre como una aprobación, se apresuró á servirse una tercera copa, paladeando su contenido, mientras la sostenía con mano temblona. La interrumpió Robledo, diciendo lentamente: Usted se llama Elena, y si la apodan «la Marquesa», es porque alguien la conoció cuando estaba casada con un marqués italiano.

Mucho caviló don Paco sobre aquel diálogo, midiendo e interpretando la palabras de Juanita. Le había llamado abuelo, pero con amable risa. Todos los hombres, abuelos y nietos, solemos prometérnoslas felices y casi siempre nos inclinamos a dar la más favorable interpretación a cuanto dicen las mujeres que pretendemos.

Al fin aquellas armonías desordenadas, inconexas, no escritas, emanadas por mismas, sin conciencia de quién las producía, se ordenaron, se desarrollaron, crecieron, interpretando un magnífico canto de sentimiento, y luego una voz de mujer, como yo no había oído jamás, tan extensa, tan grave, tan dulce, tan elocuente, tan pura, cantó.

Las fotografías representaban siempre los mismos personajes: las heroínas de Wagner. Leonora, adoradora rabiosa del genio alemán, hablando de él con intima confianza, como si le hubiera conocido, no quería cantar otras óperas que las suyas, y con el afán de abarcar la obra del maestro, no vacilaba en comprometer su prestigio de artista fuerte y vigorosa, interpretando los personajes delicados.

Tirso, interpretando aquello como befa por la derrota, se enfureció; levantose de pronto con el rostro desencajado, fue hacia el mapa, trémulas las manos, y cogiendo tres o cuatro banderizas carlistas, dijo, clavándolas en el papel con grosera violencia: ¡! ¡Entrarán aquí, y aquí, y aquí! Los alfileres marcaron al azar varias poblaciones; Estella, Pamplona y Madrid quedaron conquistadas.

El Génesis dice que las ropas de José eran de colores, y las que en el cuadro presentan sus hermanos a Jacob son pardas con ribetes blancos salpicados de sangre. En cambio Velázquez, interpretando el dolor propio de un padre, acaso más humanamente que los versículos del Génesis, puso a Jacob, no sólo agobiado de pena, sino con asomos de cólera.

Interpretando la conducta de Ester como una apelación de esta naturaleza, la sociedad se hallaba inclinada á tratar á su antigua víctima con mayor benignidad de la que ella misma deseaba ó tal vez merecía. Los gobernantes de aquella comunidad tardaron más tiempo que el pueblo en reconocer la influencia de las buenas cualidades de Ester.