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Actualizado: 26 de junio de 2025
Interpelado, acusado con tan desmedida audacia y con tan ruda serenidad, el P. Jacinto sacó fuerzas de flaqueza; puso á un lado la causa de su inusitada timidez, que era sólo el recelo de perjudicar los intereses de Clara y de su amigo y antiguo discípulo, y, ya libre de estorbos, contestó tan enérgica y sabiamente, que su contestación, la réplica á que dió lugar y todo el resto del diálogo tomaron un carácter distinto y solemne, por donde merecen capítulo aparte, el cual será de los más importantes de esta historia.
Nada puedo ver, contestó el interpelado con melancólico acento, porque con las prisas que vos nos dáis siempre que se trata de ir á romperse el alma con alguien, tengo atragantada una ostra como el puño y no puedo olvidar la botella de vino de Chipre que tuve que dejar sobre la mesa, sin más que catarlo.
¡Y que lo digas, Joyana! respondió el interpelado dirigiendo sus ojos á Nolo y Demetria que allá lejos proseguían su plática amorosa. ¿No sería lástima que un caramelo tan rico cayese en la boca de este zángano de la cara de pan? volvió á decir Joyana apoyando su proposición con una blasfemia.
Recordando un poco del latín que en mi niñez supe, he conseguido, á duras penas, descifrar la inscripción de la tumba, contestó el interpelado; y á lo que he podido colegir, pertenece á un título de Castilla, famoso guerrero que hizo la campaña con el Gran Capitán.
Obedeció el interpelado, que era el secretario del conde, joven amable y distinguido, del cual se susurraba que podía ser acreedor a un título más íntimo; y, a la verdad, el paternal cariño que el conde le mostraba parecía justificar esta creencia. La palabra manuscrito originó un movimiento de impaciente curiosidad y todo el mundo se dispuso a escuchar con religiosa atención.
Agotado el capítulo de cargos, el alcalde preguntó al pastor si no tenía algo que manifestar al concejo respecto al puerto, á la cabaña, á los demás pastores, etc. Aticuenta que ná respondió el interpelado. Los pastos han sío güenos por la mayor parte: no muy alta la herba, pero finuca y nutría.
Todo va bien dijo Sarto, a tiempo que su criado tomaba mi mano para besarla. ¡El Rey está herido! exclamó. No es nada dije desmontando. Me lastimé el dedo cerrando una puerta. Y sobre todo silencio dijo Sarto; aunque a ti, mi buen Freiler, es casi inútil recomendártelo. El interpelado se encogió de hombros.
Como que no tenía otra cosa que jacer... respondió el mozallón admirado de la pregunta. Sin acordarte maldita la cosa insistió Neluco , del susto que dabas a tu familia y a todo el pueblo... Se encogió de hombros el interpelado, como si entonces cayera en ello por primera vez.
¿No le parece, señor, que han de venir por allí? decía un hombre a otro que, valido de un pequeño anteojo de larga vista, interrogaba el horizonte con majestad. El interpelado no contestaba nada, y parecía resuelto a emplear la más estudiada reserva con su interlocutor, que se mostraba sumamente interesado en trabar relación con él. ¿Es telescopio ese? insistió el oficioso.
Y concluyó: Para mí, una de las mejores, por no decir la mejor de las trágicas contemporáneas, es Eleonora Duse. ¡Qué voz, qué fuerza emotiva, qué agilidad de expresión tiene!... ¿No opina usted lo mismo? El interpelado, que había palidecido hasta la lividez, repuso con un gesto ambiguo.
Palabra del Dia
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