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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Daré otra vuelta y cerraré los ojos; los apretaré aunque me duelan... ¿Por qué no puedo estar quieta un ratito largo? ¿Qué es esto que salta dentro de ? ¡Ah!, son los nervios, los pícaros nervios, que cuando el corazón toca, ellos se sacan a bailar unos a otros. ¡Qué suplicio! Me muero de insomnio... Un baile en aquellos salones.

Una tarde encuentro a Pombo en la calle Florián y entre la charla, le digo que padezco de insomnio, que no si el aire de la altura me quita el sueño, etc. «Yo he tenido un amigo, el señor Guerra, que sufría también de eso; pero se curó... ¿con qué? No me acuerdo.

La mayor parte de la noche fue de completo desvelo, de verdadero insomnio. Era necedad resistirse a la evidencia; desvelado... ¡y casi febril! ¡Quitarle el sueño una mujer!

En tanto dos hombres que en un apartado y estrecho cuarto del piso bajo de la casa parroquial estaban, entretenían el insomnio charlando acerca del suceso que motivaba tanto ruido y tan extremosas entradas y salidas de gente. ¿Quién anda por ahí, que tanto ruido hace? preguntó Navarro a su hermano. No es cosa que deba desvelarte, porque ni a ti ni a nos interesa.

Sin duda querían recoger y guardar en las preciosidades y esplendores del palacio... Cuando llegó a la última sala se oprimió el corazón, dilatado por furioso anhelo, y no con palabras, sino con la voz honda, tumultuosa de su delirante ambición, exclamó: «¡Todo es mío!». Capítulo XI Insomnio número cincuenta y tantos

Por eso al día siguiente por la mañana entré en casa de Oliverio. Dormía o fingía dormir. ¿Qué tienes? le dije tomándole la mano como a un amigo cuyas reservas se quiere quebrantar. Nada me contestó volviendo a el rostro con señales del cansancio de una noche de insomnio o de penosos ensueños. ¿Estás aburrido? Siempre. ¿Y qué es lo que te aburre? Todo replicó con evidente sinceridad.

El dolor, la lástima de mismo, trajeron a su pensamiento ideas más naturales y oportunas que las que despertara, entre fantasmas de fiebre y de insomnio, la indignación contrahecha por las lecturas románticas y combatida por la pereza, el egoísmo y la flaqueza del carácter.

Gabriel supo por el Vara de plata que había muerto la madre del curita, y una semana después le vio una tarde en las Claverías. Tenía los ojos enrojecidos, las facciones des-carnadas y con la piel tirante, como si hubiese llorado mucho. Vengo a despedirme de usted, Gabriel. He pasado un mes de penas y de insomnio cuidando a mi madre. La pobre ha muerto.

Al día siguiente Amparo se me presentó tranquila y afectuosa; en vano busqué alrededor de sus ojos ese círculo lívido que imprime una noche de insomnio y de fiebre. En vano esa palidez vaga del cansancio. Amparo estaba fresca, sonriente; parecía feliz. ¿Has dormido bien? la dije.

La madera verde de las paredes despedía humedad, que penetraba aún al través de la piel de plantígrado que me habían entregado. Me sentí como Robinson Crusoe en su árbol, después de retirar la escalera, o bien como el niño a quien se mece en la cuna. Al cabo de media hora de insomnio, sentí haberme parado en Wingdam.

Palabra del Dia

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