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Entre los médicos insignes que profesaban la religion judáica fué mui celebrado en el siglo XVI Juan Rodrigo, natural de Castel Blanco, el cual temeroso de la Inquisicion huyó á tierra de libertad, donde publicó muchas con el nombre unas veces de Amato Lusitano i otras de Juan Rodriguez de Castel Blanco.

¡Cuerpo del mundo! respondió el cautivo . ¿Es posible que ha de querer el señor alcalde que seamos ricos de memoria, siendo tan pobres de dineros, y que, por una niñería que no importa tres ardites, quiera quitar la honra a dos tan insignes estudiantes como nosotros, y juntamente quitar a su majestad dos valientes soldados, que íbamos a esas Italias y a esos Flandes a romper, a destrozar, a herir y a matar los enemigos de la santa fe católica que topáramos?

Añadió con humildad que se creía inferior en doctrina y merecimientos á otros muchos insignes varones allí presentes, y que por su parte procuraba suplir la falta de otras excelencias y altas dotes á fuerza de entusiasmo y celo por la comunidad que, aunque indigno, tenía la honra de dirigir, etc., etc.

Y á propósito: aquellos y otros huesos de hombres insignes están todavía, á la hora presente, arrinconados é insepultos en San Francisco el Grande, sin que nadie piense ya en construir tal Panteón..... ¿No habrá un alma caritativa que haga la obra de misericordia de enterrar á los muertos, ó sea de volver á enviar las cenizas de dichos varones ilustres á las sepulturas en que esperaban tranquilamente la trompeta del Juicio Final cuando fué á despertarlos el himno de Riego?

De Vetusta y sólo de Vetusta salieron aquellos insignes tresillistas que, una vez en esferas más altas, tendieron el vuelo y llegaron a ocupar puestos eminentes en la administración del Estado, debiéndolo todo a la ciencia de los estuches.

Además, había oído decir que los señores toledanos no desdeñaban el trato de los espaderos insignes y que las fraguas de la ciudad eran sitio de reunión y de esparcimiento de los nobles. Aquellos artífices eran merecedores sin duda de un respeto especial.

Cuando la nación francesa cayó en 1793 en manos de aquellos implacables terroristas, más de millón y medio de franceses se hartaron de sangre y de delitos, y después de la caída de Robespierre y del Terror, apenas sesenta insignes malvados fué necesario sacrificar con él, para volver la Francia a sus hábitos de mansedumbre y moral; y esos mismos hombres que tantos horrores habían perpetrado, fueron después ciudadanos útiles y morales.

Con el transcurso de los siglos hanse ido borrando de esta ciudad insignes memorias, testimonios de sus grandezas de otros tiempos, las cuales, yacen al presente olvidadas, entre el polvo amontonado sobre ellas por algunas generaciones.

No abusaré de la paciencia del lector contándole punto por punto lo que pasó en aquélla, ni le diré tampoco cuántos padres de la patria llevaban el frac mal sentado, como si no estuviera cortado a su medida, ni cuáles señoras de estos insignes patricios iban hilvanadas con las marchitas rebuscaduras del baúl, ni qué familias visibles de la corte estaban representadas allí por apuesto mancebo o seductora dama.

Verdad sencilla y múltiple: compendio de las eternas ánsias de las gentes: universal y silencioso incendio, que baja sobre todas las conciencias para encender en las insignes frentes la llama inextinguible de las ciencias! La llama ardió. Su luz, que fué de aurora, que se abriese en el cielo de verano, llenó el hogar, como una salvadora consagración del pensamiento humano;