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7 Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no soportáis antes la injuria? ¿Por qué no soportáis antes la calumnia? 8 Pero vosotros hacéis la injuria, y la calumnia, y esto a los hermanos. 9 ¿O no sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios?

Si hay, como creo, un Dios, raiz y fuente de toda justicia, y juez eterno y único de las contiendas internacionales, no tardará mucho, madre querida, en que seas salvada de las garras de tus injustos enemigos. Yo, así lo espero del honor del almirante Dewey.

Sin embargo, sus temores, que entónces ni siquiera sospecharon los inquilinos, eran injustos y probaban que la maestra de niñas sabía más de lo estrictamente necesario para dar buena educacion á unas cuantas señoritas.

Acaso los indianos suelten esta vez algo murmuraba don Mateo. Vaya, no sea inocente. ¡Parece mentira que no los conozca! ¡Soltar! ¿Qué han de soltar esos guanajos si no...? Unos y otros eran injustos con los indianos.

Los burlados contestaban á la sorna con una carcajada, al pastel gubernamental respondían con un plato de pansit, ¡y todavía! Se reía, se chanceaba, pero era visible que en la alegría había esfuerzo; las risas vibraban de cierto temblor nervioso, de los ojos saltaban rápidas chispas y en más de uno se vió una lágrima brillar. Y sin embargo, aquellos jóvenes eran crueles, ¡eran injustos!

9 conociendo esto, que la ley no es puesta para el justo, sino para los injustos y para los desobedientes; para los impíos y pecadores, para los malos y contaminados; para los matadores de padres y madres, para los homicidas, 10 para los fornicarios, para los homosexuales, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros; y si hay alguna otra cosa contraria a la sana doctrina,

Difícil era borrar la grata impresión y el éxito del perfume. La ferretera, algo corrida, tenía que guardar los trebejos, después de oír comentarios verdaderamente injustos. La de la droguería hacía muchos ascos, diciendo: «¡Uy, cómo apesta eso, hija, guarda, guarda esas ordinarieces!».

Pues allí estaba él para ayudarle, demostrando con esto cuán injustos eran los que le odiaban y hablaban mal de su persona.

Morisco soy, señores, y ojalá que negarlo pudiera; pero no por esto dejo de ser cristiano: que las divinas gracias las da Dios a quien él es servido, el cual tiene por costumbre, como vosotros mejor sabéis, de hacer salir su sol sobre los buenos y los malos, y llover sobre los justos y los injustos.

La madre sabrá al cabo que su hijo murió en la guerra, y su alma gemirá para siempre en un abismo de perdicion y de amargura. ¡No, no! añadió mi mujer vivamente; los hombres son injustos, haciendo ciertas cosas sin consultar el voto de las madres. Ninguna guerra se debia emprender, sin oir antes el consejo de una gran asamblea de mujeres. Es bien seguro que de ese modo no habria tantas guerras.