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Actualizado: 10 de junio de 2025


Alguna vez, al refugiarse en el cuarto del teatro, contemplando a solas su gallarda figura ante el espejo, sintió deseo de riqueza; quizá, ebria de adulaciones, resplandores y músicas, soñó despierta con la realidad del amor, mas ni el fantasma del lujo ni la tentadora voz de la Naturaleza lograron rendirla, porque se sentía humillada de no despertar en los hombres más que la misma impureza que les inspiraban aquellas de sus compañeras, viciosas o hambrientas, que se vendían por un traje o se prostituían por una joya. ¿Era esto castidad ingénita, frío cálculo, tibieza de sangre o señal de orgullo?

Por último, tampoco han cesado en el teatro los bailes nacionales para solazar á los espectadores, sobre todo en los entreactos, en los sainetes ó al final de las representaciones. Sin embargo, su natural sencillez, su gracia espontánea é ingénita, han cedido el puesto á las conveniencias teatrales y al afán de hacer efecto.

Con todo, el Payo estaba aún resplandeciente, conservando su ingénita gallardía y aquel garbo propio de los buenos mozos. Cruzó el Ministro de Agricultura. Y me acordé al punto de mi ex amiga Petrona. Su marido, Eleuterio, se ha quedado sin cartera.

Siempre que el teatro llega á florecer en cualquiera parte, en virtud de su propia é ingénita fuerza, hay que complacer las exigencias de la mayoría del público, que desea ver ó contemplar variados espectáculos, y de aquí también que los poetas españoles, antes de este período, no hubiesen desatendido el placer que reciben los sentidos de una exornación teatral atractiva.

Nada fácil es responder categóricamente á tales preguntas. La afición á las diversiones mímicas es tan ingénita en el hombre, y tan natural su desarrollo, que los pueblos no necesitan apelar á elementos ajenos para formarlo. Que hayan existido en la Italia, Alemania, Francia, etc., de la Edad media, no es prueba suficiente para afirmar que hayan sido heredados de otros pueblos.

Hay que añadir a las causas de aquel cariño, aunque me esté mal el decirlo, que yo, no obstante haber vivido hasta entonces en contacto con la más desarrapada canalla, tenía cierta cultura o delicadeza ingénita que en poco tiempo me hizo cambiar de modales, hasta el punto de que algunos años después, a pesar de la falta de todo estudio, hallábame en disposición de poder pasar por persona bien nacida.

Para defenderse de él, no bastaba la frialdad ingénita contra la seducción por los sentidos, pues aún fingía más astutamente la ternura cariñosa con que se conquista el alma, que la exaltación apasionada con que se vence a la materia.

De todas las coqueterías ésta es la más condenable, porque implica la intención de hacer sufrir, empeño que delata poca reflexión y una torcida contextura ingénita de nuestro espíritu. Ya se ve, pues, cómo el «no» es más difícil que el «» de las niñas. Y esta dificultad aumenta, según va dicho, cuando con nuestra frivolidad y nuestras vanidades hemos inducido en error al pretendiente.

Todo obedece.... ¡bueno!, ¡chi lo sa! á que somos así; trátase de una causa ingénita, y hasta cierto punto somos irresponsables. El convulsionismo nadie lo ignora es el más terrible de los males morales que nos aquejan; y lógico y natural sería que mostrásemos empeño en hacerlo desaparecer y en impedir sus brotes.

Y como afrentado y sin venganza no quería vivir en el mundo, se decidió a hacer la vida del claustro. Hasta el día en que el insulto hecho a su madre despertó en él de nuevo la ingénita fiereza, fue el más paciente y dulce de los cenobitas.

Palabra del Dia

lanterna

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