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Actualizado: 18 de junio de 2025
Ni el fin trágico de Solis, ni el número y la ferocidad de los indígenas, ni el hambre que habia diezmado á una porcion de sus propios compatriotas, fueron bastantes á retraerlos de un país que los brindaba con fáciles adquisiciones.
Tal fué la triste nueva traida por las canoas, que habian ido á buscarlo á Isiboro. Vi pues con sentimiento que se inutilizaban tantos esfuerzos como habia yo hecho para conseguir la mejora de la condicion de los indígenas que habitan esas lejanas comarcas.
No es muy cómodo para nosotros, Cornelio; pero a los papúes les basta. Pero debe de ser peligroso para los pequeñuelos indígenas. Son ágiles como macacos le contestó el Capitán. No quiero correr el peligro de poner el pie en falso y de ir a dar con mis huesos en el suelo, querido tío, cosa muy fácil con esta obscuridad; prefiero andar a gatas. Es lo más seguro dijo el Capitán, riendo.
Las cargas ligeras que los franciscanos se veian obligados á imponer á los indígenas, á fin de procurarse los medios que eran menester para proveerlos de instrumentos de labranza, y demas útiles, cargas indispensables al bienestar de la sociedad, parecieron no obstante demasiado pesadas á algunas naciones.
Hay allí algo como el rastro de una voluntad inteligente y de la tutela eterna y profunda de la naturaleza sobre el hombre, tiene que haber sido personificada por el indio cándido en la fuerza sobrehumana de uno de esos personajes que aparecen en el albor de las teogonías indígenas como emanaciones directas de la divinidad.
De las márgenes del río Negro partían las invasiones indígenas contra las tierras civilizadas del virreinato de la Plata: los malones de jinetes cobrizos ansiosos de robar ganados á los estancieros de Buenos Aires. Los cuatro barcos de uno ó dos palos iban á navegar centenares de leguas entre orillas donde les esperaban en acecho los Aucas, tenidos por los indios más sanguinarios é indomables.
Había razones poderosas para que Pablito pudiese disponer a su buen talante del corazón de todas las jóvenes indígenas y aun de las extrañas. Era un apuestísimo mancebo de veinticuatro o veinticinco años, de rostro hermoso y varonil, de figura gallarda y elegante.
Creía en el Cristo de Salta, pero al lado de él seguía venerando á las antiguas divinidades indígenas, como todos los montañeses del país.
Nuestra persuasión, por tanto, de no haberse ajustado el portugués á otros escritos semejantes, indígenas de la Península transpirenáica, es ahora la misma que antes. Para formar una idea de estos autos, haremos un extracto del argumento del que lleva por título Mofina Méndez.
Al principio he encontrado resistencias, provenidas de la costumbre inveterada, y aun del amor propio de las mujeres, que no querían aparecer como perezosas, pues aquí, como en todos los pueblos pobres de México, y particularmente los indígenas, una de las grandes recomendaciones de una doncella que va a casarse es la de que sepa moler, y ésta será tanto mayor, cuanta mayor sea la cantidad de maíz que la infeliz reduzca a tortillas.
Palabra del Dia
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