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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Encaminóse a la ciudad, y yo le seguí, con determinación de tenerle por amo, si él quisiese, imaginando que de las sobras de su castillo se podía mantener mi real.
Está imaginando cosas que no tienen ningún fundamento. Nada hay de lo que usted sospecha. Así, es inútil que me hable con ese modito de lástima. ¿Pero qué sospeché yo? Le pido, le suplico que me hable con sencillez. No puedo hablarle con sencillez. ¿Yo sospeché?... La sencillez sería el silencio, y por demasiado tiempo he hablado en esa forma. También tiene su atractivo hablar complicadamente.
Sola no quiso ocultar a Cordero todo lo que sentía y pensaba. Estoy tan aturdida desde ayer tarde le dijo , que no sé lo que me pasa. He pasado toda la noche imaginando catástrofes o soñando tropiezos y caídas. No me puedo convencer de que Dios me lleve ahora por ese camino tan distinto del que antes seguía, sin que sea para ir derecha a una desventura muy grande. Yo nací con mala estrella.
Convínose en que al principio no representaría la niña sino papelitos cuya parte musical pudiese aprender al oído, y también en que, sin pérdida de tiempo, comenzase a tomar lecciones de canto. Ella se puso loca de contento y los estanqueros, imaginando que su sobrina tenía una mina en la garganta, transigieron en pagar maestro.
Al fin arranquéme de aquel sueño de delicias, y la curiosidad me llevó fuera del recinto donde me ocultaba, para rondar las ventanas y torres de Generalif, imaginando hallarme con otras señales más significativas de mi dicha.
El comienzo de la difícil empresa vino a recoger su desparramada energía. Hasta entonces, Ramiro divagaba por el mundo desmesurado y quimérico de las ambiciones nacientes. Pasábase las horas y las horas imaginando hazañas inauditas o exaltando ansias de imperio y de grandeza, que él miraba luego colmarse una a una, a lo largo del porvenir, como tinajas de subterráneo tesoro.
Sí, me dijo que tú eras del hospicio prosiguió Pepín imaginando que el silencio de su hermana significaba aprobación. Yo entonces... yo entonces le dije: «Eso es mentira».
Largos ratos se dedicaba ella a pensar en las contingencias de aquellos graciosos amores, y llegaba, imaginando, al día de la boda, y pensaba en la verosimilitud de una cencerrada, pues el tío era viudo, cencerrada en que ella colaboraría a cencerros tapados, sin perjuicio de haberle regalado antes a la novia un magnífico aderezo.
Y allá en el fondo del paseo arbolado, vio asomarse la iglesia del Pilar, aquella iglesia pequeña, que más de una vez, bajo el oro del otoño en las hermosas tardes, ella contemplara desde la casa de las Aliaga imaginando idilios con Julio. ¡Cómo se habían alejado de pronto, hacia una irrealidad extraña, aquellos tiempos! Ahora le parecía otra, la iglesia del Pilar.
Tal vez añadía el padre las personas honradas y pacíficas andarán ahora muy confiadas imaginando que ya acabó la era de las revoluciones, porque la Iglesia es pobre y no tiene bienes que le quiten; pero ¡ay, cuán lastimosamente se equivocan! A falta de bienes de la Iglesia se pondrán, o se ponen ya en lo alto de la cucaña, los bienes de los particulares ricos.
Palabra del Dia
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