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Luego el movimiento de un cuerpo solo, es una pura ilusion: y por consiguiente nada prueba el argumento que en él se funda contra la doctrina explicada sobre el espacio. De aquí se infiere tambien, que considerado el universo entero como un solo cuerpo, no es móvil, y que todos sus movimientos se verifican solo en su interior.

Acudieron entonces á su memoria los amores pasados, los dulces días de la ilusión, el tiempo en que su mujer le quería; y todo ello enterneció por tal arte aquel pecho nada varonil, que el desgraciado se deshizo en lágrimas, dando sollozos, gemidos y hasta gritos, moviendo á gran compasión el verle y el oirle. El P. Jacinto llevó á D. Fadrique la noticia de la catástrofe.

La vida es triste y la pericia del hombre está en alegrarla, en iluminar con brillantes colores los contornos grises de la existencia. Bueno era que aquella mujer le amase según él decía: pero aunque el amor no existiese, resultaba lo mismo. Lo importante era que él se creyese amado. En el mundo se vive de la ilusión y la mentira, y la mayor desgracia es abrir los ojos.

Parecidos al arroyo que pasa, nosotros cambiamos á cada instante; nuestra vida se renueva por minutos y, si nosotros nos creemos ser siempre los mismos, es por una ilusión de nuestro espíritu. Lo mismo que el hombre, considerado aisladamente, la sociedad en conjunto puede compararse con el agua que corre.

Del vapor no había quedado un solo bote flotando sobre las aguas... Su única esperanza, remota y quimérica, era que un buque descubriese á los náufragos, salvándolos. Esta ilusión casi se realizó al poco rato. Desde la cresta de una ola pudo ver un barco negro, largo y bajo de borda, sin chimenea ni mástiles, que navegaba lentamente por entre los restos de la catástrofe. Reconoció á un submarino.

Había tratado de forjarse una especie de ilusión, exponiendo al público el espectáculo de una conciencia culpable, pero consiguió solamente recargarse con un nuevo pecado, y agregar una nueva vergüenza á la antigua, sin obtener siquiera el momentáneo consuelo de engañarse á mismo. Había hablado la pura verdad, transformándola sin embargo en la falsedad más completa.

Desde que no tuvo testigos dejó de hablar de su hijo. Aquel silencio y su actitud airada no podían dejar a la pobre mujer la menor ilusión. Sentíase atemorizada.

Dios no da privilegios para lo absurdo y lo ridículo. Dios no te ha dado la alteza, la soberana alteza de ser madre para que le pagues con la ruindad de hacer infeliz á tu hija. Suplico á las hijas que se hagan cargo que no hablo con ellas; figúrense que no han leido nada; fórmense la ilusion de que estas páginas están en blanco. No hablo con las hijas, sino con las madres.

Era necesario salir de aquella terrible duda; saber si todo era pura ilusión, o si efectivamente se encontraba cerca de la hermana de su alma. ¿A quién preguntarlo? La señora de la casa estaba lejos; no era oportuno levantarse y dirigirse a ella: además, todo el mundo se enteraría.

¿Quién eres, fiera ilusión, Que mis sentidos espantas? Sombra ó prodigio, ¿quién eres? El desengaño; ¿no hablan Por estas empresas todas Que miras? Cuenta mis canas, Cuando no puedas mis ojos, Y mira atrás con qué cara Doy carta de pago al mundo. ¿Dónde caminas?