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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Y digo a hurtadillas, porque mi liliputiense cuerpo ha encerrado una alma altiva y orgullosa, incapaz de mostrar a nadie el espectáculo de sus debilidades... y menos a mi tía. Este era mi modo de sentir a los quince años. Pero los acontecimientos, las penas, las preocupaciones, las alegrías, en una palabra, el curso de la vida, ha flexibilizado caracteres mucho más rígidos que el mío.

Pero en la noche en que, al arrancar la diligencia de Galicia, Bonis, subiéndose de un brinco al estribo de la berlina, pudo, a hurtadillas, dar el último beso a la Gorgheggi, sintió que su pasión no había sido una mentira artística, porque con aquel beso se despedía de un género de delicias intensas, inefables, que no podrían volver; con aquel beso se despedía del último vestigio de la juventud.

A la salida y á la entrada, cruza Amparo delante de él, sin mirarlo, sin mirar á nadie, mirando al suelo. ¡Yo respondo de que sabe que su adorado está allí, y de que, á hurtadillas, lo ha medido de pies á cabeza!

La obra era magna, había costado mucho y preciso era que los autores se cobrasen, presenciando por completo la alegre sorpresa de su madre... Llegó el ansiado día, y ocultando Lilí bajo su capita de pieles el magnífico regalo, entráronse ambos niños a hurtadillas en el estudio de su madre: allí solía venir ella todos los días antes de almorzar, bastante después de las doce, y era la ocasión más a propósito para darle la sorpresa.

Y eso que no se guiaba de la mímica de los artistas porque miraba apenas hácia la escena. El truhan decía muy intencionadamente á Paulita, que, habiendo mujeres muchísimo más hermosas, no quería cansarse mirando á lo lejos... Paulita se ruborecía, se cubría la cara con el abanico y miraba de hurtadillas hacía donde estaba Isagani, que sin reirse ni aplaudir presenciaba distraido el espectáculo.

Ella le miró también alguna vez a hurtadillas, advirtiendo que el muchacho, no sólo no tenía mala figura, sino que era lo que se llama un hombre guapo. Su fisonomía acusaba inteligencia, sus ojos lealtad; es decir, reunía los dos rasgos principales de la hermosura masculina.

Forzoso es decir que Benedicta jamás paró mientes en los arrumacos del vecino, ni lo miró a hurtadillas y ni siquiera desplegó los labios para desahuciarlo, diciéndole: «Perdone, hermano, y toque a otra puerta, que lo que es en ésta no se da posada al peregrino».

Si usted me quiere de veras, si es usted un joven formal y como Dios manda, y si quiere usted que nuestras relaciones continúen, es indispensable que se haga usted presentar a mamá lo más pronto posible. No: lo que hemos hecho hasta ahora no puede ni debe seguir. A hurtadillas de mamá, en paseo, en la calle, haciendo cómplice a doña Rita, no he de hablar ya con usted sino muy de tarde en tarde.

Ana sintió que su mano temblaba sobre las cerezas y aquel contacto le pareció de repente más dulce y voluptuoso. Y cuando nadie la veía, a hurtadillas, sin pensar lo que hacía, sin poder contenerse, como una colegiala enamorada, besó con fuego la paja blanca del canastillo. Besó las cerezas también... y hasta mordió una que dejó allí, señalada apenas por la huella de dos dientes.

El mercader averigua entonces que ella está en el harén del sultán, de donde ha salido a hurtadillas, mientras el sultán está en la sierra cazando jabalíes. Ella se llama Gláfira. Es natural de una pequeña aldea situada en la falda del monte Ida. Aunque su familia era pobre, presumía de alta y antigua nobleza. Su estirpe se remontaba a las edades míticas.

Palabra del Dia

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